Josefa Serrano cuenta con fotografías de los tres hijos de Manuel, a quienes ve sólo una vez al año.
Manuel tiene 49 años y vive con su madre Josefa. Varios accidentes y fuertes impresiones lo han dejado encerrado en su mundo.
El Siglo de Torreón
TORREÓN, COAH.- Josefa Serrano se encuentra sentada frente al televisor. Dos gatos le hacen compañía en aquel cuarto con vista a un viejo callejón. No vive sola, su hijo Manuel, a sus 49 años, vive con ella. Diversos accidentes y fuertes impresiones lo han dejado encerrado en su mundo.
La mujer, de 79 años, apaga el televisor para contar la historia de su hijo, quien luego de ser albañil, tener una esposa y tres hijos, ahora sólo tiene a su madre y su máxima diversión es la de arrojar piedras a la pared o trozar pedazos de madera en el patio.
Josefa da un suspiro y levanta sus ojos tratando de recordar cuándo fue que todo cambió para su hijo Manuel.
“A sus 19 años se casó”, dice su madre, pues asegura que era un hombre normal, con toda una vida por delante e infinidad de planes por realizar.
Durante su matrimonio, el cual sólo duró cinco años, procreó a tres pequeños, “los cuales ahora son todos unos adultos”, comenta orgullosa Josefa.
Para mantener a sus hijos, Manuel se dedicó a la obra. “En todo ese tiempo se llevó muchos sustos y tuvo varios accidentes”, recuerda su madre.
Pero el susto quizás más fuerte, fue la muerte de Víctor, su cuñado “a quien quería como un hermano”, comenta Josefa.
Relata que al enterarse del asesinato de quien consideraba como un hermano, perdió el control, “se estiraba los cabellos gritando que no podía ser”, dice su madre.
A partir de ahí, todo cambió para el joven albañil. A sus 20 años, los recuerdos comenzaron a borrarse. “Todo se le olvidaba”, comenta la mujer.
“Se quedaba dormido sobre el puente negro y en muchas partes porque no recordaba a dónde iba”, dice Josefa, quien recuerda que en una ocasión Manuel le dijo que iría a ver a uno de sus tíos, que regresaría antes del anochecer. No fue así. Pasaron tres días para poder localizarlo. Se encontraba en la cárcel de Gómez Palacio, lugar donde los policías lo habían confundido con un drogadicto o alcohólico.
“Cuando lo encerraron lo golpearon (...) le tumbaron dos de sus dientes y le aflojaron otros tantos, ahora no tiene ninguno”, dice Josefa.
Como las cosas nunca mejoraron, su esposa decidió irse de casa llevándose a sus hijos. Ahora Manuel sólo habla con su madre, “sólo me dice comida o tengo sed, es lo único que dice (...) él se encuentra en su mundo”.
Para sobrevivir, Josefa se dedica a la costura, en ocasiones sale a ofrecer las servilletas o pañuelos que hace, “pero ahora no puedo, mis piernas no me dejan andar por todos lados”, señala la mujer, quien no ha solicitado ayuda del DIF “porque nada más nos traerían a vuelta y vuelta, y con mi hijo así y mis piernas me es imposible hacerlo”, indica la mujer.
Ahora, la mujer de 79 años, solicita el apoyo de la ciudadanía, proporcionando su dirección: callejón Francisco I. Madero número 35 de la colonia San Joaquín de Torreón.