En las plantas estratégicas de la nación no hay seguridad y cualquier persona ajena puede vigilar o incluso acceder sin mayores problemas a las instalaciones.
Las instalaciones de Petróleos Mexicanos (Pemex) en la Cuenca de Burgos, el más grande yacimiento de gas no asociado en México, son vulnerables a cualquier intromisión extraña por falta de vigilancia, según demostró un simulacro realizado en algunos de esos complejos ubicados en los estados de Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas.
Se constató que no hay seguridad alguna en estas plantas estratégicas de la nación, y que cualquier persona ajena a las instalaciones puede vigilar o incluso acceder sin mayores problemas al sitio donde se encuentran los pozos de extracción de gas y el control de válvulas.
Incluso atisbar a cierta distancia el trajín de los enormes carros cisterna.
El yacimiento se extiende sobre unos 50 mil kilómetros cuadrados, superficie que abarca los estados de Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas. Geológica y geográficamente la Cuenca de Burgos es contigua a la Cuenca del Río Bravo, al sur de Texas.
Sólo el pasado 31 de mayo la paraestatal extrajo mil 340 millones de pies cúbicos diarios, la más alta de la historia, lo que habla de la riqueza de la región de este energético.
De acuerdo con Pemex, el gas que aporta esa cuenca representa 25% de la producción total de ese energético en México.
En contraste a su importancia, sus instalaciones se muestran solitarias y sin ninguna vigilancia, al menos en Nuevo León y Tamaulipas.
Frágiles mallas de alambre
Los pozos de extracción de gas están a la vista sobre la planicie en áreas sólo protegidas por frágiles mallas de alambre, conocidas como “ciclónica”.
Cualquiera puede incursionar en ellas desde las rancherías o los caminos rurales que las rodean, sin más esfuerzo que cortarlas con herramientas convencionales que se pueden conseguir en cualquier ferretería.
Los caminos de terracería que corren paralelos a las alambradas de “protección” de esas instalaciones desde Ciudad Victoria, capital del estado de Tamaulipas, hasta China, Nuevo León, 120 kilómetros al oriente de Monterrey, están desiertos.
En un recorrido realizado por caminos rurales aledaños a los complejos petroleros entre Ciudad Victoria y China, se comprobó que no hay ningún tipo de vigilancia dentro o fuera de las instalaciones.
De vez en cuando, en esos caminos se ven algunos animales domésticos, uno que otro ranchero o algunas camionetas de Pemex que pasan sin detenerse, así como fauna silvestre propia del lugar como víboras y alimañas.
De noche, tras las alambradas, a lo lejos, se observan las luces de algunos de los campamentos en los que los trabajadores petroleros descansan tras la dura jornada laboral.
Reportero y fotógrafo recorrieron largos tramos de esos caminos de terracería y pudieron ingresar con facilidad a las plantas y áreas exclusivas, lo mismo de Nuevo León como de Tamaulipas, sin que nadie lo impidiera. Por los caminos de ejidos y rancherías también se pudo comprobar la posibilidad de ingresar en un vehículo a la zona petrolera desde Tamaulipas hasta Nuevo León.
En Culebra no es necesario el sigilo
La estación de compresión de gas “Culebra”, una de las más importantes de la Cuenca de Burgos, es un ejemplo de la carencia de vigilancia. Sin guardias de la empresa, policías federales o efectivos del Ejército, fue posible recorrer la planta por más de cuatro horas sin ser advertido, ni por el personal de la empresa.
Culebra está cerca de la cabecera municipal de General Bravo, Nuevo León, en el kilómetro 154 de la carretera Monterrey-Reynosa, Tamaulipas. Está a 200 metros de la carretera y un muro de tabicón con una puerta y un endeble candado protegen una de las válvulas de control de un gasoducto de 30 pulgadas.
En un simulacro, con la pretensión de demostrar la facilidad de acceso a las áreas petroleras, un campesino con el rostro cubierto con un paliacate colaboró para indicar cómo se puede ingresar a la estación Culebra sólo empleando unas pinzas para cortar metal.
Lo mismo sucedió en China, a 11 kilómetros al lado de la carretera a Villa de Méndez, Tamaulipas, donde se encuentran varios pozos perdidos entre la maleza y se puede llegar por una brecha hasta el denominado “Otoño Uno”. Lo único que los protege es una rala cerca de púas.
La falta de vigilancia también se observa en la refinería de Cadereyta, 40 kilómetros al oriente de Monterrey, donde sin mucho sigilo se puede llegar hasta donde se pueden ver las “pipas” cargando el combustible.