Acercarse a los quince años causa severos problemas emocionales. Las primeras crisis existenciales se generan en ese periodo. ¿Hacia dónde se va? ¿qué se ha logrado en el primer cuarto de siglo? ¿vale la pena vivir? Algo así le está pasando al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que cumplirá catorce años el próximo primero de enero.
A cinco semanas del cumpleaños del TLCAN, varios precandidatos a la Presidencia de EU cuestionan si el tratado ha logrado sus objetivos y cumplido las expectativas por las que fue firmado. Al respecto, en el último debate de los demócratas, Hillary Clinton dijo: “El TLCAN no ha logrado lo que muchos esperaban”. Por su parte, John Edwards afirmó “la política comercial de EU es un completo desastre y el TLCAN es algo que EU no necesitaba”. Mucho más contundente fue Dennis Kucinich, quien afirmó “es necesario cancelar el TLCAN”.
Las afirmaciones de los precandidatos presidenciales empiezan a causar alarma en México. Varios sectores empresariales de México, como el Consejo Coordinador Empresarial, que se han visto beneficiados por el incremento de las exportaciones mexicanas a EU desde 1994, han advertido que reabrir el tratado podría “ocasionar más desempleo en México”.
Tienen razón en preocuparse. El TLCAN ha sido fundamental para la inserción de nuestro país en la economía global. Con excepción del periodo 2001-2003, en el que la economía estadounidense enfrentó una fuerte desaceleración, las exportaciones mexicanas a EU se han triplicado de 1994 a 2005, incrementándose a tasas del 17% promedio anualmente. En ese rubro destacan las exportaciones de la maquila mexicana, que aumentaron a casi el 21% anualmente, de acuerdo con un estudio elaborado por los investigadores Pablo Ruiz y Juan Carlos Moreno-Brid, de la UNAM y la CEPAL, respectivamente.
Sin embargo, en el TLCAN no todos han sido ganadores. El primero de enero se terminan los aranceles a los productos agrícolas de los tres países miembros, mismos que se han ido reduciendo desde el 94 a tasas diferenciadas. El maíz, por ejemplo, inició con un arancel base de 215% en 1994, mismo que se fue reduciendo en un 8.5% durante los primeros seis años del tratado y a un ritmo de 18.2% en los siguientes nueve años, como afirman los académicos Alicia Puyana y José Romero, del Colegio de México y FLACSO, respectivamente.
De nuevo, si se ven las cifras generales, el comercio agrícola entre México y EU se ha triplicado, al pasar de 5.2 mil millones de dólares, en 1990, a 15.8 mil millones, en 2004, con un déficit para México de 1.2 mil millones de dólares en 2004. Tal incremento habla de un relativo éxito para los productores mexicanos agrícolas orientados a la exportación, pero para los pequeños productores de maíz y de frijol en nuestro país, orientados a la producción agrícola de subsistencia y al consumo interno, el primero de enero de 2008 hará una enorme diferencia, no sólo por la eliminación final de los aranceles, sino además porque, como señala John Burstein, del Wilson Center, en un estudio publicado en abril de este año, “el problema subyacente es que los productores agrícolas de EU cuentan con mayores subsidios y por lo tanto tienen una ventaja injusta en el comercio agrícola binacional”.
Aunado a lo anterior, hay una realidad que nadie puede negar, ni en México ni en EU, y es que a 14 años de que se pusiera en marcha, el TLCAN no ha logrado el objetivo de crear en México los empleos y los salarios necesarios para detener “la exportación de personas” a EU, como prometía Carlos Salinas. Por el contrario, desde 1994 cada año unas 500 mil personas abandonan México en busca de un empleo en EU. Y si bien, las palabras de los precandidatos a la Presidencia de EU suenan más a ruido electoral, ya que EU no puede reabrir el TLCAN unilateralmente, lo cierto es que hay que reconocer, en principio, que todo acuerdo es perfectible y que no todos han ganado con el cumpleañero en franca crisis existencial.
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