Así le llamábamos, con afecto.
Y al regresar a esta casa, no está más.
Hace ocho años por estas fechas nos abandonó.
Ángel Esparza Ramírez fue un hombre tenaz que destacó en lo que amaba, el periodismo.
Capitaneaba aquí el barco y era exigente en el quehacer y ejemplar en la entrega.
Como los buenos buscadores de noticias no descansaba.
Decía que lo mejor, que las exclusivas se aparecían tarde, cuando los demás dormían.
Empezó desde abajo. Reporteaba por los pueblos y los ranchos olvidados.
Iba hasta Tlahualilo y recorría todos los puntos aledaños.
Poco a poco fue acercándose a la sala de redacción, a donde llegó para ser el jefe.
Ganó el afecto de don Antonio, que no era fácil, y de todos los que estuvimos a su lado.
¿Cuántas exclusivas logró? No hay cuenta, fueron muchas.
En una plática con reporteros un día dijimos que sería bueno que los reporteros lucieran mejor presentados. Desde el día siguiente era normal verlo de traje, y más entusiasta y más chambeador.
Su salud fue deteriorándose mas no su entusiasmo y amor por el trabajo.
El otro día, en una reunión aquí, lo recordamos y lo hicimos con emoción no contenida.
Hoy, que hemos vuelto a casa, ya por la media noche nos parece escucharlo exigiendo una nota, buscando la exclusiva, queriendo ofrecerle al lector algo especial.
Su recuerdo y ejemplo de trabajo nos acompañarán siempre.
