Y mientras vivamos, recordaremos siempre a personajes inolvidables que cruzaron por nuestro camino y nos ayudaron a comprender mejor las maravillas que nos ha regalado El Señor y que ellos nos mostraron con todo su esplendor.
Como Jorge González Juambelz con quien cada mediodía íbamos a disfrutar de las delicias de la Alberca Esparza. Lo esperábamos a que llegara del banco y luego emprendíamos el camino a la colonia Moderna, atrás de la Plaza de Toros donde teníamos nuestra sesión de nado y de béisbol, sus dos pasiones.
Como el Dr. Alfonso Garibay Fernández con quien muchas veces fuimos a la Presa del Palmito, en aquélla su bien equipada Combi que tenía de todo; música, equipo para pescar y todo lo necesario para los almuerzos, comidas y cenas que él mismo preparaba con aquel sazón que lo envidiaría cualquier cocinero del mejor restaurante. Y luego estaba su plática amena, salpicada con anécdotas y alegres recuerdos de todo lo vivido.
Como Juan Carlos Lamas Urista, quien nos introdujo en el hermoso mundo de la abogacía allá en San Pedro de las Colonias, donde fungía como Ministerio Público y nos sentaba a escuchar todo lo que era capaz de realizar la conducta humana.
Como Salvador García Jiménez, nuestro primer jefe de oficina, que nos mostró el hermoso campo de la literatura universal y nos adentró en el mundo de la poesía y de la historia, exigiendo de nosotros lo mejor, algo que tanto nos ayudaría en nuestra vida futura.
Como Jesusita Sáenz que vendía anuncios y supervisaba la limpieza de esta casa. Ser solitario que encontró en nosotros el hijo que no tuvo y que pronosticó hasta donde podían volar nuestras alas. Un día la abrumó la soledad y enfermó y ahí tuvimos oportunidad de devolverle el cariño que nos había entregado.
Como Alfonso Esparza Hernández pendiente de nuestros pasos y quien nos otorgó la primera beca para que pudiéramos iniciar nuestro andar por los caminos de la superación.
Y hay alguien que fue muy importante en nuestra vida, y quien siempre estará primero en nuestro corazón, él fue como un padre para nosotros y quien nos permitió probar con toda libertad que nuestras alas estaban preparadas para las alturas, don Antonio de Juambelz que tuvo un especial trato con nosotros hasta el último de sus días.
Hablamos de quienes se han ido, y que en este Centenario de Torreón tienen un lugar especial en muchos corazones laguneros, porque lo ganaron con capacidad y entrega, y a toda ley. No hablamos de los muchos que están todavía con nosotros y a los que debemos tanto.
