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De La Vida Misma / FULTON J. SHEEN

Lic. Miguel Ángel Ruelas Talamantes

¿Quién fue este señor?

Si usted es de la nueva generación, nunca habrá oído hablar de él.

Si pertenece a la nuestra, o un poquito más atrás, quizá lo recuerde.

Fulton J. Sheen fue un obispo católico que cobró fama mundial con sus programas de radio, que se difundían en muchísimos países, y por sus muchos libros.

Su famoso programa radial se titulaba “Vale la Pena Vivir”.

Y quienes lo escuchaban quedaban invitados a seguirlos.

Éramos niños y vivíamos en el apartado pueblito, y en la radio de abuelito escuchábamos los famosos mensajes motivacionales del obispo. Eran pláticas de vivencias, de cosas que pasaban en la vida y que resaltaban la capacidad del ser humano para ser mejor y para mejorar el entorno.

Un día que visitamos la Catedral de San Patricio, en Nueva York, nos encontramos con que ahí depositaban sus restos y nos dio gran gusto elevar una oración, ahí mismo, por el hombre bueno que tanto había influido con sus charlas radiales en el mejoramiento de la raza humana.

Fulton nació el ocho de mayo de l895 en El Paso Illinois y murió el nueve de diciembre de 1979 en Nueva York.

En su infancia contrajo la tuberculosis y conoció temprano del sufrimiento. Eso le ayudaría a templar su carácter y a acercarse a la que sería su vocación, el servicio religioso. Pero sus dotes de orador no eran buenas en un principio. Un día, uno de sus maestros lo llamó aparte y le dijo: “Sheen, absolutamente eres el peor orador que he escuchado en mi vida”.

Aquella crítica no lo abatió, sino que lo impulsó a mejorar en todo lo que hacía y así llegó a convertirse, no sólo en un excelente orador sino en un motivador mientras hablaba.

En 1930 inició sus famosos programas de radio, y dos décadas después su audiencia sumaba millones en todo el mundo.

En 1951 fue nombrado Obispo Auxiliar de Nueva York y en 1952 ganó el famoso Premio Emmy por la gran audiencia que tenían sus programas de radio. Reacio a recibir el premio, dijo finalmente, “lo voy a aceptar, solamente para rendir un homenaje a los que han escrito y motivado mis pláticas, y que son Mateo, Marcos, Lucas y Juan”. Se refería a quienes habían escrito los evangelios.

Dos meses antes de su muerte, el Papa Paulo VI lo abrazó y lo felicitó por todo lo que había hecho en bien de la humanidad, a la que siempre mostró, que “Vale la Pena Vivir”.

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