Este tema nos gusta tanto, que quisiéramos escribir, no un artículo, sino todo un libro.
Muchas personas, decepcionadas, maltratadas, olvidadas, nos dicen que ese sentimiento no existe.
Nosotros, a pesar de los pesares, diremos que sí, que está flotando en cada espacio del universo, pero que hay que tener la capacidad de atraparla.
Buscando el origen de la palabra amistad, en el lado latino nos dicen que viene de amicus, o sea de amor.
En cambio por el lado griego se define como sin y ego y yo, o sea sin mi yo.
Y en cuanto a las expresiones comunes, generalizadas por doquier, la amistad la definen como el otro yo.
¿Y cuáles son sus ingredientes para que se le considere como tal?
Que debe haber una relación de afecto, de confianza, de consuelo y sobre todo de respeto.
Una persona con la que ayer platicábamos al respecto, nos decía que es de personas bien nacidas el poder regalar amistad que lleva como ingrediente básico el agradecimiento.
¿Es tu amigo? Nos preguntan siempre cuando ven que tratamos con más frecuencia a determinadas personas.
Y no es el trato continuado ni las veces que estemos al lado de nuestros semejantes el que proporciona la verdadera amistad.
Es el sentimiento mutuo, es el paso de muchas pruebas y etapas el que revela la verdadera relación afectiva, si ésta se da.
La amistad no se da en la lejanía, requiere de un trato periódico, logrado por diferentes medios: una llamada, una carta, una visita, todo movido por un interés especial para estar en contacto con el verdadero amigo.
La amistad es un regalo sincero que cada instante de nuestra vida nos da alguien.
Sí hay verdaderos amigos, sí hay sinceridad, pureza, comprensión y respeto en algunos seres. Eso lo regala El Señor a los privilegiados.
