La más importante de todas.
Está en cada casa con los maestros que cada familia aporta.
Ahí se reciben, no sólo las primeras enseñanzas, sino las más valiosas porque irán marcando rumbos, actitudes, valores, sentimientos, etc., etc.
El niño empieza a crecer, e inicia su aprendizaje.
Lo que ve, lo que escucha, lo que siente, irán ayudando a formar su propia personalidad.
Si se desarrolla en un ambiente agradable, tendrá más oportunidades de salir adelante en la vida.
Si lo hace en un medio hostil, las cosas no se le presentarán tan fáciles.
Con una atención especial, que muchas veces no tendrá en las escuelas que siguen en su vida, escuchará todo lo que se dice.
Así, aprenderá a respetar a los demás, a valorar a los semejantes, a entender a otros seres y hasta a amar al prójimo como a sí mismo.
También a tener sentimientos diferentes cuando escuche expresiones adversas de otros seres.
Por ello, en esa primera escuela, se requieren maestros cada vez más capacitados para ser al mismo tiempo padres y mentores.
Que tengan capacidad para conducir por caminos sin abrojos a quienes le tocó tener dentro de su hogar y su corazón.
Cada día se irán impartiendo lecciones trascendentes, habrá que tomarlo en cuenta, para que podamos tener mañana mejores hijos, ciudadanos más sobresalientes en todo, y para que nuestra misión la podamos cumplir mucho mejor.
