Están por todas partes, y también donde menos los esperamos.
Esta mañana del crudo invierno que nos ha tocado este año, nos ha impresionado el más pequeño durazno que plantamos apenas hace un año.
A pesar del frío, de la lluvia, de los vientos que hemos tenido estos días, ahí está mostrándonos con orgullo sus primeras flores.
Son como pequeñas estrellas color de rosa que desafían el temporal.
Y las vimos desde que empezó la semana.
Creíamos que no estarían más al siguiente día, pero cada vez son más grandes y más hermosas esas pequeñas anunciaciones de una fruta que viene detrás.
Es la misma primavera que manda sus primeros avisos de resurrección.
Es la misma naturaleza que nos muestra que la vida debe seguir, a pesar de las vicisitudes.
Y uno que se dobla al primer revés.
Y uno que no tiene la entereza suficiente para enfrentar tantos retos.
La floración del más pequeño de nuestros duraznos nos da una lección hermosa.
Si uno pudiera entender los mensajes que El Señor nos envía por todas partes.
Pero somos cabezones y no entendemos muchas cosas que nos rodean y nos dan mensajes de superación.
No debemos pues caer vencidos con el primer revés que nos dé la vida. Por el contrario hay que sacar la casta, hay que pisar fuerte por donde caminemos y hay que dejar huella por los caminos que nos toque andar.