Son mucho muy diferentes a los conocidos.
Porque los primeros son para esta vida y las demás.
En cambio, los conocidos, desaparecen después del saludo más fingido.
Vamos avanzando por los caminos de la vida y no lo hacemos solitarios.
Habrá seres muy especiales en nuestra existencia, que tendrán mucha afinidad con nosotros.
Y esto nace en medio de la espontaneidad más asombrosa.
Un amigo se identifica pronto.
No trae cartas de presentación ni recomendaciones.
Llega a nuestra existencia por los caminos más variados.
Muchas veces aparece en la escuela, o en el trabajo, o en el trato con lo que hacemos o nos gusta.
Claro que estos seres se cuentan con los dedos de una mano, y pocas veces con los de las dos.
El verdadero amigo es como la roca firme en un mar proceloso.
Porque nada la mueve, ni aún las tormentas más severas.
En nuestras adversidades, que a veces aparecen cuando menos se esperan, ahí está el verdadero amigo firme y dispuesto a tendernos su mano.
Algunos seres, decepcionados por no encontrar apoyo en sus tribulaciones hablan de la falta de un verdadero amigo, pero sí existen, lo que pasa es que las amistades también hay que cultivarlas, cuidarlas, atenderlas.