Desde su nacimiento, necesitan de muchos cuidados.
La madre sabe que al menor descuido pueden llevarse a su boquita toda clase de objetos.
Van creciendo y llega el momento en que darán sus primeros pasos con mil caídas.
Y desafortunadamente no todos tienen a su lado a un ángel guardián que los cuide y protege.
Muchos son dejados en la mano de Dios y batallan más para salir adelante.
Un niño necesita de mucha atención, de cuidados mil y de una dedicación completa, para que se vaya formando adecuadamente.
Además de los cuidados, necesita de mucho cariño.
No todos son iguales, unos caminan más pronto, otros tardan un poquito más en hablar, otros aprenden pronto, otros no.
Cada cabecita es un mundo nuevo, lleno de muchas sorpresas.
Y lo cierto es que un niño bien cuidado, mejor atendido, tendrá más recursos para librar mejor las batallas a que se enfrentará en su vida futura.
Y todo nace en el hogar. Esa buena atención que se le brinda a los menores tendrá sus frutos.
Y es que viendo crecer ahora a los nietos, gozando de sus travesuras y sus ocurrencias, nos vienen a la mente otros niños solitarios y abandonados, algunos que crecen en la calle con su carita sucia y sus manitas extendidas, pidiendo algo.
No todos tienen atrás buenos padres, amorosas madres.
Son seres olvidados que van creciendo entre muchas dificultades y con el hambre como eterna compañera.
Cada ser que llega a este mundo es una oportunidad de comprender mejor la maravilla de la existencia, y cada niño es un regalo que El Señor nos envía para probar nuestra capacidad de acercarnos mejor a ÉL.
