A unas cuantas horas de que termine el 2007, los buenos propósitos brotan generosos por todas partes.
Espontáneos surgen de muchas bocas.
Llenos de sueños e ilusiones parecen no tener un límite.
Y algunos suenan tan convincentes que hasta parece que anunciarán la verdad.
¿Pero, cuáles se cumplirán?
El otro día, en la charla de café, algunos empedernidos fumadores hablaron de su gran deseo de dejar de fumar cigarrillos.
En sus mismos hogares se los han pedido por años y años.
En el lugar mismo donde se reúnen a diario se han colocado letreros por todos lados recalcando la prohibición correspondiente.
¿Cuántos de ellos cumplirán?
Sólo un par, puro en boca, dicen desafiantes: Nosotros seguiremos en lo nuestro.
Un familiar y un amigo muy cercano, a quienes la obesidad les hace muchísimo daño, han prometido que en el 2008 le bajarán a la papa, y con ello a las tallas de sus pantalones.
Otro amigo que gusta de las bebidas “sin moderación” jura y perjura que dejará la tomada.
En las mañanas tempraneras de nuestras caminatas volvemos a escuchar a dos o tres de nuestros acompañantes con la eterna promesa de fin de año, misma que reducen a una sola frase: Ni una copa más.
Y uno se pone a pensar cuántos propósitos escuchamos cada vez que termina un año, y ¿cuántos han cumplido?
Pero esta vez tiene que ser diferente para muchos de ellos. El tiempo se va y los malos hábitos cobran caro, muy caro cuando se llega a cierta edad.
Es tiempo, hoy, de decidirse a cambiar. Su salud no lo pide sino que lo exige.
Así pues, que este 2008 que está por nacer, sea el del cambio, el del éxito en su vida y en su salud al lado de los suyos.