Que es realmente una casa.
La casa de ave muy pequeña.
Eso es lo que descubrimos esta semana.
Mirábamos los pequeños frutos del gran aguacate y de pronto nuestra vista se detuvo en el pequeño nido.
Es tan pequeño como una copa.
Si usted junta su dedo índice con el pulgar, se forma un pequeño círculo.
Pues un poco más grande es el pequeño nido que descubrimos.
Muy bien hecho, perfectamente elaborado, como si fuera la obra maestra de un pequeño ser.
Y estuvimos pensando ese día del descubrimiento y parte de la noche en el pequeño nido.
Nos preguntamos si tendría adentro huevecillos, también pequeños.
Y a la mañana siguiente, como no estaba muy alto, acercamos una silla y miramos al interior del pequeño nido, y gran sorpresa: ahí estaban dos huevecillos que parecían dos frijoles.
Fuimos a guardar la silla y cuando volvimos, vimos que del nido salía volando algo muy pequeño. Su vuelo era tan veloz que no alcanzamos a apreciarlo bien
Y nos sentimos mal, como intrusos, como fisgones inoportunos violando la privacía de una madre que empolla a sus pequeños.
Y desde entonces, a la mente nos vienen muchas cosas. Porque nos gustaría colocar una cámara y captar todo lo que ocurre en un próximo alumbramiento.
Pensamos que se trata de un colibrí hembra que ahí tiene su nido, donde ha depositado sus huevecillos, por lo pequeño que son.
Y pensamos también en el lugar que escogió del frondoso aguacate. Porque cerca están los rosales con sus gratos aromas, porque ahí, las azucenas que florecieron a plenitud en Semana Santa empiezan a marchitarse. Porque ahí está la acequia que a veces lleva agua y porque cerca están también los pequeños duraznos que ansían por crecer y regalarnos sus sabores.
Hemos decidido no molestar más a mamá colibrí, para que tenga sus pequeños con toda tranquilidad, paz y libertad.
Aguantaremos nuestros deseos de cómo serán los pequeñines que están por nacer, y le damos gracias al Señor que nos haya dado este inesperado regalo.