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DE LA VIDA MISMA

MIGUEL ÁNGEL RUELAS TALAMANTES

POR ESTOS DÍAS

Todo parece igual.

En la casa del campo las hojas del viejo nogal que está al lado, empiezan a caerse.

Aquella limpieza que había va desapareciendo, cubierta por tantas hojas y pensamos que luego el mal ejemplo lo seguirán los demás árboles, como los duraznos, la higuera y el membrillo.

Hay por fin sabrosos duraznos, más sabrosos que nunca.

El viejo membrillo se resiste a morir y esta vez dio frutos más grandes, para responder a esas críticas que en la familia todos le hacían.

Solamente el guayabo no volvió a producir, desde aquella nevada del 97 que le quitó la mitad de su estructura y lo dejó casi enano, pero renuente a morir.

El aguacate fue el que se lució, como nunca. De las canicas que estaba ofreciendo pasó a los frutos más sabrosos y agradables de su existencia. Sacó un diez en tiempos de exámenes.

Hasta los nísperos se animaron a regalarnos más postresillos, con su sabor no tan dulce como quisieran los niños.

Ponemos una silla bajo los árboles y con toda la tranquilidad del mundo nos disponemos a leer, buscando terminar al fin el voluminoso libro de Paco Ignacio Taibo II, Pancho Villa, Una biografía narrativa, pero no podemos concentrarnos. El calor es fuerte aún ahí, y los mosquitos inician sobre nosotros un bombardeo a gran escala.

Y entonces pensamos que no todo es igual.

Que las cosas van cambiando en nuestro mundo, que el calor de este año nos está afectando seriamente.

Y luego seguimos repeliendo el ataque de los mosquitos que no dejan en paz.

Y es que este año, estos pequeños insectos están por todas partes, causando molestias a niños, jóvenes y adultos.

Así pasa en la oficina donde están también congregados todos estos insectos.

Así pasa en la casa donde de día y de noche se pasean como amos y señores del lugar.

Y bajo los árboles nos viene a la mente esa idea que cada vez va confirmándose más, de que en realidad el mundo está cambiando, que el calentamiento de la Tierra empieza a mostrar sus efectos, que no sabemos a dónde nos conducirán.

¿Qué mundo dejaremos a nuestros nietos?

¿Quién lo sabe?

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