Parras de la Fuente, hermosa ciudad de mi natal Coahuila, es un lugar lleno de bellezas. No sólo bellezas de las que convocan los sentidos corporales, sino también de aquellas que dicen cosas al espíritu. Hay una escuela en Parras que lleva el nombre de don Francisco I. Madero, apóstol de alma buena. En esa escuela se ve un letrero que a la letra dice: "Los niños de esta escuela queremos justicia, legalidad y paz". En esa frase encuentro resumido todo un programa de sabiduría política. En efecto, la paz es fruto de la justicia, y ésta encuentra en la ley su manifestación tangible. Cuando los hombres desoyen la voz de la justicia, cuando se apartan de la legalidad, lo que hacen es cerrar las puertas a la esperanza de la paz. No me hagan caso a mí, pero oigan estas palabras de sabiduría: "...Es urgente un esfuerzo tenaz, duradero y compartido por la promoción de la justicia social. La democracia sólo alcanza su plena realización cuando cada persona y cada pueblo es capaz de acceder a los bienes primarios (vida, comida, agua, salud, educación, trabajo, certeza de los derechos) a través de un ordenamiento de las relaciones internas e internacionales que asegure a cada quien la posibilidad de participar en la vida comunitaria. Y sólo puede haber auténtica justicia social en una perspectiva de genuina solidaridad que comprometa a vivir y a trabajar siempre a los unos por los otros, nunca los unos contra los otros...". ¿Quién dijo esas palabras? Las dijo el Papa Benedicto XVI en una alocución dirigida a los políticos de Italia, y a través de ellos a los de todo el mundo, incluido El Moquetito, Tamaulipas. Si promovemos la justicia, si apegamos nuestras acciones a la ley, entonces por añadidura se nos dará la paz. Que la conserve este año nuestro país, no por efecto de la fuerza, sino como fruto de la justicia y la legalidad... Un tipo llamó por teléfono a la tienda de departamentos. Le pregunta al encargado de la sección de artículos electrónicos: "Oiga: ¿cree usted en fantasmas??. El empleado se desconcierta al escuchar aquella cuestión extravagante. Como quiera atinó a responder: "No, señor. No creo en esas cosas. Los fantasmas no existen". "¿Que no existen los fantasmas? -replica con enojo el que llamaba-. ¡Nada más venga a ver el televisor que me vendió!?... Por fin se casó Uglicia, la mujer más fea del condado. Al comenzar la noche de bodas le dijo a su flamante esposo que harían el amor con la luz apagada. "No, mi vida -opuso él-. Ya estamos casados; no debemos guardar reserva alguna. Lo haremos con la luz encendida". Se resignó Uglicia, y a plena luz procedió a despojarse de su vestimenta. La ve el recién desposado y dice luego. "Pensándolo bien, tienes razón. Vamos a hacerlo con la luz apagada"... Era la noche de Año Nuevo. El muchacho iba en su coche con su novia, y lo detuvo la patrulla antialcohólica. Le hacen el examen al muchacho, y el oficial de tránsito le dice con tono de reconvención: "Te echaste dos ¿no?". "¡Ah! -se apura la muchacha-. ¿Qué también eso marca el aparato?"... Los jóvenes casados cumplieron un año de matrimonio. Le propone él a ella: "Ya tenemos un año de casados, amor mío. Ahora puedes decirme, sin que me ponga celoso, cuántos hombres ha habido en tu vida". "Está bien, cielo -responde ella-. Pero ¿me prometes no enojarte?". "Claro que no me enojaré -responde él-. Yo mismo te estoy pidiendo que me digas con cuántos hombres has tenido trato". "Muy bien -empieza ella-. Primero fue Pedro; luego vino Antonio; después llegó Fernando; siguió Rodolfo; luego tú, después Ernesto, Manolo, Enrique, Luis, Roberto..."... Aquel señor pasó a mejor vida, y su esposa mandó poner en la esquela del periódico que su marido había muerto de gonorrea. "¡Pero mamá! -se espantaron los hijos al leer aquella inusitada participación-. ¿Por qué pusiste ahí que papá murió de gonorrea! ¡Tú sabes bien que murió de un ataque de diarrea!". "Hijos míos -responde con un suspiro la señora-. Pensé que es preferible que su pobrecito padre sea recordado como fornicón, no como zurrón"... FIN.