La esposa de Afrodisio Pitonier salió de viaje, y el salaz individuo aprovechó su ausencia para llevar una amiguita al domicilio conyugal. Empezaron las acciones amorosas, y de pronto Pitonier se percató de que no tenía un preservativo para la ocasión. Tampoco la muchacha llevaba uno. "No hay problema -dice el fornicador-. Mi esposa compró un diafragma anticoncepcional. Voy a traerlo". Fue y regresó a poco. "Ya me lo suponía -comenta con enojo-. Mi señora se llevó el diafragma al viaje. No me tiene confianza"... Le cuenta un tipo a otro: "Anoche tuve una espantosa pesadilla. Soñé que era bebé. Dolly Parton era mi mamá, y me daba el alimento en biberón"... Dan Quayle, vicepresidente de los Estados Unidos en tiempos de George Bush, se hizo famoso por sus lapsus línguae. Largo sería hacer la lista de sus desatinos. Recordemos unos cuantos. "No es la contaminación lo que está dañando al medio ambiente: son las impurezas en el aire, en la tierra y en el agua"... "Si fracasamos no tendremos éxito"... "No nos conformemos con ver hacia el futuro: veamos también hacia el porvenir"... "Quiero mucho a California: prácticamente crecí en Phoenix"... "Me encanta venir a este maravilloso estado, Chicago"... "Recientemente estuve en América Latina. ¡Cómo sentí no saber latín, para poder comunicarme con la gente!"... Y así hasta el infinito. El mismo Quayle dijo otra alada frase: "Si quitamos los asesinatos, las violaciones, los asaltos y los robos, Washington es una de las ciudades más seguras de los Estados Unidos". Lo mismo puede decirse de algunas de nuestras ciudades. La violencia se ha enseñoreado de ellas, y forma parte ya de la vida cotidiana. En buena parte el problema estriba en la corrupción reinante en la generalidad de las corporaciones policiacas. Aquí no se puede jugar a policías y ladrones, porque las calidades de ambos se confunden: muchas veces los delincuentes son policías, o ex policías, y con frecuencia los delincuentes pasan a ser parte de los organismos encargados de la seguridad. Una mejor preparación y una paga mejor ayudarían algo a remediar tal situación, pero nada se conseguirá sin jefes policiacos honestos y sin un régimen de cero tolerancia que castigue con rigor a los policías que en cualquier forma se aparten de la legalidad. Desde luego hay elementos honestos que arriesgan la vida en la lucha contra los criminales. Pero en general los ciudadanos ven en los cuerpos de policía más una amenaza, o por lo menos una entidad inútil, que una garantía para su seguridad... Viene ahora un cuento reprobado de consuno por la Liga de la Decencia y por la Pía Sociedad de Sociedades Pías. Las personas con escrúpulos morales deben suspender aquí mismo la lectura... El rudo sargento despertó a sus hombres a las 4 de la madrugada y les ordenó formarse en doble fila frente a él. Todavía adormilados ellos obedecieron, y formaron una fila adelante y otra atrás. El rudo sargento golpeó con fuerza a un soldado en el brazo con su bastón de mando. "¿Le dolió, soldado?" -le pregunta. "¡No, señor!" -responde el individuo. "¿Por qué no?" -pregunta con voz ríspida el sargento. "¡Porque soy un Marino americano, señor!" -responde el hombre, enérgico. El sargento golpea con su bastón a otro, en el pecho. "¿Le dolió, soldado?". "¡No, señor!". "¿Por qué no?". "¡Porque soy un Marino americano, señor!". Sigue el sargento, y ve a un hombre que mostraba entre las piernas una tumefacción sobresaliente. Lo golpea ahí con su bastón de mando, y le pregunta: "¿Le dolió, soldado?". "¡No señor!" -responde el hombre con voz recia. El sargento repite la pregunta: "¿Por qué no?". Y responde el sujeto con voz firme: "¡Señor, porque la tumefacción pertenece al compañero que está detrás de mí!"... FIN.