En mi estado natal, Coahuila, el Congreso del Estado aprobó por mayoría de votos un ?Pacto de Convivencia? que da categoría jurídica a la vida en común de personas del mismo o diferente sexo, y crea entre ellas obligaciones y derechos. La decisión de los legisladores ha sido motivo de controversia. Quienes votaron en contra de su aprobación se disponen a impugnarla en las instancias constitucionales pertinentes. Consideran que el mencionado Pacto lesiona la integridad de la familia, ya que -afirman- permite el ?matrimonio? de homosexuales y lesbianas, a más de estar viciado de inconsistencias jurídicas significantes. La comunidad gay de Coahuila, sin embargo, se ha alegrado por la aprobación de esa medida. Y a mí me alegra su alegría. Soy gozosamente heterosexual, y me propongo seguirlo siendo en los años de vida que me queden. A mi edad ya no se pueden hacer experimentos. Se aplica aquí, literalmente, el popular adagio según el cual ?Chango viejo no aprende maroma nueva?. A mí me gustan las maromas con el sexo opuesto. Eso no quita, sin embargo, que respete el derecho de los demás a practicar otro tipo de acrobacias, con tal de que no se causen daño entre sí ni lo hagan a los demás. Los homosexuales y lesbianas han sido objeto -lo son aún- de toda suerte de hostilidades y discriminaciones. Es hora ya de que termine esa nociva situación. A este respecto debo decir que no estoy en favor de la adopción de hijos por la pareja homosexual, a menos que la persona adoptada esté en edad y condiciones de manifestar su voluntad de serlo. La adopción es una ficción jurídica por la cual la ley hace lo que la Naturaleza no pudo hacer. Desde ese punto de vista el niño o niña adoptados tienen derecho a serlo en condiciones que imiten las de la Naturaleza en lo relativo a la paternidad y la maternidad, de tal manera que el régimen en el que vivirán no sea de excepción, sino de generalidad. Reconozco que esto tiene también ángulos de discusión, pero tomo en cuenta la falta de voluntad de la criatura adoptada y su derecho a vivir en el modelo de núcleo familiar de uso mayoritario en la sociedad. Sin embargo, si bien no creo en el derecho de la pareja homosexual a adoptar hijos sí creo en el derecho que tiene a que su vida en común sea reconocida jurídicamente, de modo que deriven de ella obligaciones y derechos. Obviamente no se habla aquí de ?matrimonio?, pero sí de una manifestación de voluntades que debe ser tutelada por la ley, igual que se hace con la pareja heterosexual. Desde ese punto de vista creo que el Pacto aprobado por la legislatura coahuilense tiende a remediar los efectos de prácticas discriminatorias que poco a poco nuestro país va superando. Me alegra toda acción o medida que la comunidad gay reciba como un avance en su lucha contra la discriminación. Me alegra por eso lo sucedido en mi natal Coahuila... El médico le dice a su paciente: ?Tiene usted catarro, y para el catarro no hay cura conocida?. ?Pero, doctor -se queja el hombre-, me siento retemal. Deme algo?. ?Le diré lo que haremos -propone el facultativo-. Ahora que está haciendo mucho frío tome usted un baño caliente en la madrugada y luego salga encuerado a la calle y dele tres vueltas a la manzana, corriendo?. ?¡Pero, doctor! -se espanta el tipo-. ¡Me va a dar una pulmonía!?. ?Para la pulmonía sí hay cura conocida? -replica con parsimonia el médico... Hay cuatro clases de orgasmos femeninos: el vocálico, el positivo, el religioso y el fingido. En el vocálico la mujer dice: ?¡Oh, ah!?. En el positivo la mujer dice: ?¡Oh, sí!?. En el religioso la mujer dice: ?¡Oh, Dios!?. Y en el fingido la mujer dice: ?¡Oh, ...!" y el nombre de su marido... FIN.