Aviso a las personas de conciencia estricta: no lean el cuentecillo que hoy abre está columna. Si en algo estiman su integridad moral omítanlo y pasen al siguiente... Juanilito le dice a Pepito: "Mi papá es más alto que el tuyo. Cuando alza la mano puede tocar las nubes". "No son las nubes lo que toca -le responde Pepito-. Son los éstos de mi papá"... Jactancio, sujeto vanidoso y pagado de sí mismo, le dijo en el bar a una muchacha: "¿Puedo sentarme a tu lado?". Contestó ella: "No". Le ofrece Jactancio: "¿Me aceptas una copa?". Responde la chica: "No". Empieza a tocar la música, y Jactancio invita a la muchacha: "¿Bailamos?". Ella replica: "No". Propone Jactancio: "Vamos a mi departamento". Ella, con laconismo: "No". Insiste el narciso: "Entonces vamos al mío". Y la muchacha, compendiosa: "No". "Está bien -se rinde Jactancio-. De cualquier modo tu compañía no me gusta nada. Hablas demasiado"... La joven señora era jefa de mercadotecnia en una fábrica de preservativos. Se anunció una convención internacional de fabricantes de condones, y ella llenó una maleta con varios cientos de ellos para repartirlos como muestra entre los asistentes. Llegó al aeropuerto. Al pasar la revisión se le abrió la maleta y cayó al suelo una lluvia de condones. Ante la mirada curiosa de los pasajeros la señora se agachó a recogerlos. Llena de confusión explicó a los mirones: "Es que voy a una convención, y los voy a necesitar"... Lo sucedido en relación con el precio de la tortilla es un indicador de que Felipe Calderón debe gobernar con los ojos y los oídos -y sobre todo con el corazón- puestos en los pobres. Esto es un imperativo de justicia, pero es también un imperativo de política. De justicia, porque la población pobre de México ha de tener en el Presidente un protector. De política, porque Calderón no puede darse el lujo de poner más banderas en manos de sus enemigos. De muchos privilegios y ventajas han gozado los señores del dinero, y eso les ha permitido medrar en modo que en cualquier otro país sería imposible. Esos provechos excesivos los han obtenido muchas veces a costa de quienes menos tienen, y que deben pagar precios excesivos por bienes y servicios que aun en las naciones más ricas cuestan menos. Esa viciosa situación no puede continuar. Desde aquí yo le digo: "¡Detente, viciosa situación! ¡No continúes!". Quizás a mí no me haga caso. ¿Quién soy yo para andar deteniendo situaciones, por más viciosas que sean? Pero el Presidente de México sí puede hacer, con atinadas iniciativas de ley y eficaces acciones de gobierno, que los ricos ganen un poco menos para que los pobres puedan respirar un poco más... El golfista le explicaba el juego a un cierto amigo suyo que nada sabía de golf. Le dice: "Y cuando estés en el green...". El otro lo interrumpe: "¿Qué es el green?". "El green -responde el golfista- es el verde, donde está el hoyo". Expresa con inquietud el neófito: "¿El hoyo en el verde? ¿No serás ciego a los colores?"... Aquella señora era madre ya de 17 hijos. Su ginecólogo le anuncia: "De nuevo ha quedado usted embarazada. ¿Qué su marido no toma precauciones?". "Él sí -responde la señora-, pero los demás no son tan precavidos"... El señor le dice a su esposa: "Tengo unas ganas tremendas de hacer pipí". Ella, extrañada, le pregunta: "¿Y por qué no vas?". Contesta él: "Tengo miedo". "¿Miedo? -se sorprende la señora-. ¿Por qué tienes miedo de ir a hacer pipí?". "Te lo diré -responde el tipo-. Esta mañana cogí la rasuradora y se me cayó. Cogí el peine y se me cayó. Cogí el cepillo de dientes y se me cayó. Cogí el portafolios y se me cayó. En la oficina cogí la pluma y se me cayó. Al regresar cogí la llave del coche, y luego la llave de la casa, y las dos se me cayeron. Todo lo que he cogido a lo largo del día se me ha caído. Ahora tengo miedo de ir a hacer pipí"... FIN.
