¿Son demasiado rústicos los refranes charros que voy a poner más adelante? ¿Atentan contra el buen gusto urbano, o pecan quizá de impertinencia y zafiedad? Juzguen mis cuatro lectores por sí mismos. Yo digo que esos dichos son expresión de pueblo, y el pueblo pone siempre lo sustantivo del fondo sobre los adjetivos de la forma, y da más valimiento a la verdad que a las conveniencias y tiquismiquis citadinos. Además uno de esos adagios ilustra con paladina claridad la reflexión que haré para orientar a la República. Pero todo eso está más adelante. Y aquí, a manera de sainete, un cuentecillo inane... Astatrasio Garrajarra, el borrachín del pueblo, iba haciendo eses por la calle. Y zetas, y haches, y emes, y todo el alfabeto en general. Eran las 4 de la madrugada. Un gendarme detuvo al temulento al verlo caminar así y le preguntó: "¿A dónde va usted?". Farfulló el beodo: "A oír un sermón". "¿Un sermón? -replicó el jenízaro, amoscado-. ¿Quién da un sermón a estas horas?". Contestó Garrajarra: "Mi mujer"... Los proverbios charros son sabrosos y llenos de verdad. Los dichos que se usan en la charrería tienen al mismo tiempo sapiencia y picor. Recordemos algunos: "Que Dios me libre de un rayo, de un burro en el mes de mayo y de un pendejo a caballo"... "Mujer, caballo y guitarra, según sea el que los agarra"... "No soy caballo de circo, que hasta la changa lo monta"... " Nomás los tarugos compran potro en barriga de yegua"... "Gallo, caballo y mujer, por su raza has de escoger"... "Sale más cara una gorra que un sombrero galoneado"... "Caballo demasiado grande tira a penco, hombre demasiado bueno tira a pendejo, y mujer demasiado coqueta tira a p..."... En fin, muchos tomos de tomo y lomo podrían llenarse con los refranes de la charrería. Uno recuerdo yo que dice: "A las mujeres y a los charcos, por enmedio". Eso quiere decir que en su trato con mujer el hombre debe ir a lo derecho, y dar a conocer sus intenciones sin dobleces ni rodeos, igual que el buen jinete no rodea un charco, sino lo cruza por enmedio. Creo que la misma decisión ha de tener Felipe Calderón en sus iniciativas para favorecer a los mexicanos pobres. Eso de darles 50 pesos es acción apocada y encogida que más va a prestarse a sornas que a servir de eficaz ayuda a los desposeídos. Si ha de caer en populismos actúe el Presidente como todo un populista, no como un populista de 50 pesos. "A las mujeres y a los charcos por enmedio". Y al populismo también... Viene ahora un chascarrillo que no entendí cuando me lo contaron, pero que -según afirma quien me lo contó- es de color subido... Un señor y su esposa eran dueños de un restorán. En el menú cada platillo tenía un número, de modo que por él pudiera pedirlo el cliente. Sucedió que la pareja cumplió diez años de matrimonio. Esa noche el marido llevó a su mujer a cenar en restorán de lujo y a bailar en el mejor centro nocturno que había en la ciudad. Después, ya de regreso en casa, destapó una botella de champaña para brindar por los años compartidos. En seguida los dos se fueron a la cama. Ella se puso ropa sugestiva y se perfumó con esencias incitantes. Luego dijo a su esposo muy al oído: "Esta noche, mi amor, estoy dispuesta a complacerte en lo que sea. Pídeme lo que quieras; incluso algo que nunca hayamos hecho". "Está bien -respondió él-. En ese caso quiero un...". Y dijo cierto número. Al escuchar aquello la señora se escandalizó. "¡Qué te pasa! -respondió con enojo y vehemencia-. ¿Cómo crees que voy a hacer eso? ¡Te has vuelto loco!". "Pero, mujer -se defiende él-. Tú me dijiste que te pidiera algún deseo, y eso fue lo que hice". "Es cierto -reconoce ella-. ¡Pero ni pienses que a estas horas voy a ir a la cocina a prepararte un filete con champiñones!"... (No le entendí)... FIN.