Lord Curfuffle evocaba en reunión de amigos sus años de juventud en Londres. "¡Ah! -suspiraba lleno de nostalgia-. ¡Aquellas noches de sexo sobre el césped en Hyde Park, con la complicidad de la niebla londinense, que casi no dejaba ver nada y ocultaba de las miradas indiscretas aquellos súbitos amores juveniles! ¡Cuántos recuerdos! ¡Margaret!... ¡Helen!... ¡Mary!... ¡Robert!...". "¿Robert? -enarca las cejas uno de los amigos de milord. "Sí -confirma él-. Aquella noche había más niebla que de costumbre"... La secretaria del tribunal puso ante el reo un ejemplar de la Biblia y procedió a tomarle la protesta de ley: "¿Jura usted decir la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad?". "¿Toda la verdad? -repite muy formal el acusado-. Está bien, la diré. Usted es muy fea; el juez tiene cara de indejo; me gustaría follarme a la señora de vestido azul que está en la segunda fila del jurado... ¿Sigo diciendo otras verdades, o me van a hacer preguntas?"... Comentaba un granjero: "Ayer hizo mucho frío. Tanto que al sentir el frío los huevos se les devolvían a las gallinas"... Doña Macalota estaba agonizando en su cuarto de hospital. Con voz débil pidió que le permitieran ver a su familiares, que aguardaban inquietos en el corredor. El médico le dijo: "Señora, está usted tan grave que ya no tiene fuerzas para hablar. Sólo puedo permitir que entre un miembro de su familia. Dígame a quién quiere ver". Ante el asombro del facultativo respondió doña Macalota: "Que pase mi yerno". Salió el médico y comunicó a la familia el deseo de la agonizante. Todos se quedaron estupefactos. El más sorprendido fue el yerno. ¿Cómo era posible que el escogido hubiese sido él, que nunca había estado en buenos términos con su suegra? Entró, pues, a la habitación de la agonizante, y le preguntó transido de emoción: "¿Por qué, señora, me escogió a mí para despedirse, en vez de llamar a su esposo, a un hijo o una hija, a alguno de sus nietos?". Penosamente replicó doña Macalota: "Con todos ellos me reuniré algún día en el Cielo, pero a ti es la última vez que te voy a ver"... Solicia Sinpitier, madura señorita soltera, debía responder frecuentemente la pregunta que los indiscretos hacen a las mujeres célibes: por qué no se casaba. Ella decía: "Miren ustedes: tengo un perro que gruñe, un boiler que humea mucho y no calienta nada, un perico que dice maldiciones y un gato que se sale todas las noches y regresa hasta en la madrugada. ¿Para qué diablos necesito un marido?".... Un amigo de Babalucas le contó: "Ayer fui al entierro de un hombre muy rico. Su ataúd era de caoba y cedro; tenía forro de terciopelo y seda, un crucifijo de oro y asideros de plata. La carroza en que lo llevaron medía más que una limusina. Atrás iban 50 coches, todos negros y todos de marcas europeas: Alfa Romeo, Lamborghini, Bentley, Maseratti, Aston Martin, Delage, Matra... Lo pusieron en un mausoleo hecho de mármol y granito, con estatuas de bronce en figuras de ángeles y santos.. Las ofrendas florales fueron ramos de orquídeas, y cantó un coro de 100 voces". "¡Caramba! -exclama Babalucas con admiración-. ¡Eso es vida!"... Tres amigos intercambiaban experiencias acerca de su vida conyugal. Se jacta el primero: "Anoche le hice dos veces el amor a mi mujer. Hoy en la mañana ella me dijo: ?¡Eres un tigre!?. Presume el segundo: "Pues yo anoche le hice el amor a mi mujer tres veces. Hoy en la mañana ella me dijo: ?¡Eres el mejor amante del mundo!?". El tercero no decía nada. Uno de ellos le pregunta: "Y tú ¿cuántas veces le hiciste anoche el amor a tu mujer?". Contesta el interrogado: "Una vez". "¿Sólo una vez? -se burlan los otros-. Y ¿qué te dijo tu mujer hoy en la mañana?". Responde el tipo: "Me dijo: ?¡No te detengas, papacito! ¡Síguele!?". (NOTA: Quizá los amigos eran repitientes, pero éste era de larga duración)... FIN.
