Dos inquietudes, dos, me desvelaban. La primera: saber cuál es la capital de Dakota del Sur. La segunda: averiguar la causa por la cual se había ausentado de esta columneja uno de sus más expresivos personajes: Ianni Tzingas. Como mis cuatro lectores saben bien, este señor gusta de enviar misivas reprensoras a aquellos a quienes juzga merecedores de reconvención. No siempre anda acertado en sus admoniciones, y a veces los errores en que incurre son más grandes que los de aquellos a quienes lanza esos regañamientos. Pero aun de sus yerros saca él útiles saberes. Como decían los latinos: Error herternus tibi sit doctor hodiernus. Que tu equivocación de ayer te ayude a ser el sabio de hoy. Este día, por fin, hace acto de presencia Ianni Tzingas, y dirige un mensaje a cierto importante personaje de nuestra vida pública. Abajo viene el texto de esa carta. Sírvale de prolegómeno este inocuo chascarrillo... Don Cornulio llegó a su casa al mediodía y en la recámara halló a su esposa completamente en peletier. "¿Qué haces desnuda a esta hora?" -le preguntó amoscado. Replica ella: "Estoy dejando que mi cuerpo absorba los rayos gamma de la atmósfera". "Está bien -acepta don Cornulio-. ¿Y toda esa ropa de hombre tirada al pie del lecho?". Contesta la señora: "Voy a comprar una franquicia de Harrods, famosa tienda londinense, y estaba revisando su muestrario de ropa para caballero". "Ya entiendo -admite don Cornulio-. ¿Y ese cigarro que humea en el buró? Tú no fumas". Explica la mujer: "Lo encendí para que el humo impida que haya en la habitación microrganismos aerobios de los que proliferan en un ambiente rico en oxígeno". "Ya veo" -concede don Cornulio. Enseguida va y abre el clóset. Dentro estaba un individuo en ropas muy menores, pues nada más traía puestos los calcetines. (NOTA: Algunos hombres en trance de fornicio se dejan esa prenda cuando actúan en ambientes extraños, a fin de no exponerse a contraer males diversos como dermatitis, eczema, psoriasis, pie de atleta, sabañones, impétigo, eritema, sarpullido, urticaria, sarna, acariasis o erupción). Al ver al sujeto pregunta don Cornulio: "Y usted, señor mío, ¿qué hace aquí?". "Caballero -responde imperturbable el de los calcetines-. Si le creyó a su mujer todo lo que le contó, a mí también me creerá si le digo que éste es el elevador de un club nudista, y que voy al gimnasio del segundo piso"... He aquí la carta que anuncié al principio. Está dirigida a Manuel Espino, dirigente nacional del PAN. Y dice así: "Oye, Manuel: A las claras se ve que el Presidente no es santo de tu devoción, como el compostelano. Parece que te has propuesto complicarle a Felipe la existencia. No sé qué oscura inquina te mueva a obrar así, o qué reconcomio o malquerencia abrigues. Lo que no me cabe en la cabeza -y eso que sus aposentos están casi vacíos- es que el jefe de un partido que ganó la Presidencia se dedique a poner trabas al Presidente salido de sus filas. Bien está que Calderón deba negociar con el PRI y el PRD, pero ¿tener que negociar también con el PAN, al que toda su vida ha dedicado? Eso está mal, Espino. Reconsidera, pues, lo que haces. Y por tu bien, por el bien de tu partido y -sobre todo- por el bien de México, ya cambia tu actitud. Ianni Tzingas"... La secretaria le anuncia a su jefe: "Don Algón: me caso el día 15 de este mes". "La felicito, señorita Rosibel -dice el ejecutivo-. A partir de esa fecha tómese una semana de vacaciones". Suplica la muchacha: "¿Puedo coger desde el día 10?". "Señorita -responde don Algón-, eso ya es asunto entre usted y su futuro esposo"... FIN.