Les presento a Pepítotl, equivalente de Pepito en la época de los aztecas. Pepítotl estudia en el calmécac. En este momento el preceptor está dictando. Los alumnos graban con cincel y martillo, en témpanos de piedra, los jeroglíficos correspondientes al dictado. Dice el maestro: "Moctezuma es un gran emperador". Los niños tallan la efigie del monarca ataviado con su penacho de altas plumas, en la mano el cetro real. Prosigue el docente: "Es padre de muchos hijos". Los escolares labran en sus piedras una larga fila de pequeñas figuras humanas con penachitos de príncipes. "Además -continúa el profesor-, Moctezuma es un guerrero muy valiente". Pepítotl levanta su martillo para golpear el cincel y escribir esa última frase, pero una duda lo asalta y suspende el martillo en el aire. "Perdone usted, maestro -pregunta-. La palabra ?valiente? ¿se escribe con dos huevos o con tres?"... No dudo, columnista, que doña Tebaida Tridua, encargada de procurar que la moral pública sea un poco menos pública y un poco más moral, haya sufrido un soponcio, vahído, telele o patatús al leer las palabras finales de tu cuentecillo. Lo que sí me hace dudar es el uso que haces de la palabra "témpano" referida a una laja o piedra lisa y plana. ¿Qué acaso ese vocablo no se usa sólo para decir "témpano de hielo"? Pues fíjese usted que no. Témpano es cualquier pedazo de una cosa dura, extendida o plana. Puede ser hielo, claro, pero puede también ser piedra, metal, madera u otra cualquier materia que tenga esas características de consistencia y forma. Pero basta ya de gramatiquerías y vayamos a otra cosa... Dos dudas me atormentan. La primera: ¿cuál es la capital de Dakota del Sur? La segunda: ¿el futbol mexicano es reflejo de nuestra política, o la política mexicana es el reflejo del futbol? No me refiero a nuestro pobre desempeño en ambos campos, el del deporte de las patadas y el del futbol. Hablo de esa violencia física y verbal que igual se mira en los estadios que en el recinto de la Cámara de Diputados. Las autoridades del futbol -porque han de saber ustedes que el futbol tiene autoridades- han prohibido ya que entren a los estadios las barras o porras de los equipos visitantes, a causa de la violencia que promueven. Recordando lo que vimos el año pasado ¿estará cercano el día en que se prohíba también que los diputados entren a la Cámara de Diputados? Parece que el decoro en la conducta se ha perdido. Por eso vemos esos hinchas desatados; por eso contemplamos el ruin comportamiento de esos hirsutos diputados y diputadas que maldicen peor que carretoneros, golpean como jaques de barriada y trepan igual que micos a las curules y a las mesas. Por eso también se miran en las calles de la Ciudad de México esas patéticas mujeres que exhiben sus vergüenzas -cobrando, desde luego- para protestar por esto y por lo otro. La convivencia social se degrada con esas demostraciones de incivilidad que lo mismo se ven en los estadios que en los recintos parlamentarios y en la calle. Si estuvieran aquí el hogar, la escuela y las iglesias yo los reprendería con gran severidad, pues quizá en sus fallas está el origen de todo esto. Pero como no están entonces paso a retirarme, no sin antes narrar un último chascarrillo... El señor llegó muy mohíno a su casa. Le cuenta a su esposa: "Me fue muy mal en el examen médico que me hicieron para entrar al club de natación. De hecho, me fue peor que a todos los demás". Inquiere su esposa, preocupada: "¿Qué fue lo que pasó?". Relata él: "Éramos tres aspirantes a ingresar. El doctor hizo que nos quitáramos la ropa a fin de ver si padecíamos alguna enfermedad venérea. Revisó lo del primero y le dijo: "Lo encuentro bien". Revisó lo del segundo y le dijo: "Lo encuentro mal". Pregunta la señora, inquieta: "Y ¿por qué dices que a ti te fue peor? ¿Qué te dijo el médico?". Responde el señor con voz sombría: "Me dijo: ?No lo encuentro?"... (Otro soponcio para doña Tebaida)... FIN.
