Doña Panoplia, dama de sociedad en una ciudad del norte mexicano -afortunadamente todos los rumbos del país tienen sociedad-, se enteró consternada de que su hija soltera, Florilí, se hallaba en estado sumamente interesante; quiero decir embarazada. Le preguntó quién era el causante de aquel desaguisado, en la esperanza de que fuera de buenas familias y, si se podía, decente. La muchacha, llorosa y compungida, le juró y perjuró que no había tenido trato con varón. Doña Panoplia se asomó por la ventana a ver si había en el cielo una estrella de Oriente; pero no: el cielo estaba cirrótico, nuboso, y no había en él traza de lucero alguno. "¿Entonces?" -preguntó la señora con severidad. "No sé, mami -respondió entre hipidos la tribulada chica-. Debo haber quedado embarazada en algún baño público, o alberca. Entiendo que los elementos fecundadores son corpúsculos tan microscópicos que pueden colarse en el cuerpo de una mujer sin siquiera pedir permiso a la afectada. Estoy segura de que eso fue lo que me sucedió". Doña Panoplia no creyó así nomás aquella patochada. Decidió llevar a su hija con un médico; no de la localidad, a fin de guardar la reserva necesaria, sino de San Antonio, Texas, ciudad a la que con frecuencia iba de compras. Hicieron las dos el viaje, y para mayor seguridad fueron al consultorio de un médico norteamericano. El dicho galeno, que chapurraba el español -también el inglés lo chapurraba- les preguntó la razón de su visita. "Quiero hacerle una pregunta, doctor" -dijo la madre. "¿Qué pregunta ser ésa?" -replicó el facultativo. "Doctor -inquirió doña Panoplia-: una mujer ¿puede quedar embarazada en una alberca, o en un baño público?". "Oh sí -respondió con absoluta certidumbre el médico-. Poder quedar embarazada en un baño, en una alberca... Pero cohiendo ¿eh? Siempre cohiendo"... Transitar por la carretera que une a Saltillo y Monterrey no sólo es un problema: también constituye un riesgo grave para la vida de quienes deben usar esa importante vía. Tan intenso es el tráfico de vehículos -sobre todo de carga pesada- que la carretera es ya insuficiente para darle curso. Constantemente suceden ahí accidentes graves que interrumpen el paso a veces durante cuatro o cinco horas. Se forman filas dobles y triples hasta de 50 kilómetros de largo. Eso hace que la comunicación por carretera entre las dos ciudades sea problemática y peligrosa. Afortunadamente existe ya un proyecto para la construcción de una segunda vía, de peaje. La Secretaría de Comunicaciones y Transportes, los gobiernos de los dos Estados y las compañías que llevarán a cabo la obra deben acelerar su inicio y hacer que se lleve a cabo en el menor tiempo posible. La actual carretera está ya colapsada; a gritos los conductores están pidiendo la construcción de otra que no ponga en peligro sus vidas. Esperemos que se atienda esa demanda... Capronio, sujeto ruin y descarado, le dice con acento salaz a una muchacha: "Quiero poner un beso mío en la parte que más placer te da". Sin vacilar responde la muchacha: "Entonces tendrás que besarle a mi marido aquella parte que te platiqué"... (No le entendí)... El nuevo recluta llegó al cuartel de la Legión Extranjera en el desierto arábigo. Le preguntó a un compañero: "Y ¿qué hacen aquí en cuestión de sexo?". Le responde el compañero: "El sábado lo verás". Ese día unos beduinos trajeron un rebaño de camellas. Al verlas todos los soldados se precipitaron hacia los animales. "¿Por qué corren? -se extrañó el recién llegado-. Los soldados son cien, y hay más de trescientas camellas". "Sí -contesta el otro-. Pero nadie quiere que le toque una fea"... FIN.