Ayer di una fórmula segura para salvar a la República. Hoy ofreceré otra receta, ésta para evitar la caída del cabello. Lean primero mis cuatro lectores los siguientes cuentecillos... Dos pequeños insectos vivían en un clóset. El clóset era oscuro, frío y sin ventilación. Le dice tristemente uno de los insectitos al otro: "Y ni siquiera podemos salir de aquí, porque no somos gays"... Babalucas y su amigo Bausanio, tan tonto como él, eran reclutas paracaidistas. Iban a hacer su primer salto, y Bausanio advirtió con asombro que su amigo no traía puesto el paracaídas. Le pregunta asustado: "¿Vas a saltar sin paracaídas?". Babalucas inquiere, preocupado: "¿Qué es obligatorio?". Responde el otro: "No sé si sea obligatorio o no, pero está lloviendo"... El controlador de vuelos vio espantado que un jet se acercaba a la pista para aterrizar. ¡Pero lo iba a hacer al revés, o sea con la cola por delante! Grita angustiado en el micrófono: "¡Piloto del Tango Bravo Fox 31! ¿Qué está haciendo? ¡Conteste!". Se oye una voz como de ebrio: "El pi-piloto es-está bo-borracho!". Pide el controlador: "¡Entonces póngame con el copiloto!". Dice la misma voz: "El-el -co-copiloto ta-también es-está bo-borracho". "¿Con quién estoy hablando" -pregunta el controlador al borde del colapso mientras la nave se acercaba velozmente a tierra. Y dice la voz de ebrio: "C-con e-el pi-piloto au-automático"... Yo no soy calvo, pero si lo fuera no me sentiría mal. Creo que la calvicie confiere al hombre maduro un elegante aspecto de patricio romano, digamos como Louis Calhern en "Julio César" o Sir John Gielgud en "Calígula". Si el hombre calvo es joven cobra entonces un aire de virilidad semejante al que tenían Telly Savalas o Yul Brynner, aire que a las mujeres alborota mucho. Y sin embargo he tenido amigos que lamentaban mucho su calivicie, pues algunos guasones se burlaban de su pelonía. Yo les aconsejaba que a esos insolentes les dijeran: "Mira: Dios hizo muy pocas cabezas perfectas. Todas las demás las cubrió con pelo". Pero eso no aliviaba su aflicción. Pues bien: hoy voy a recomendar una manera para fortalecer el sistema capilar. Desde luego no aspiro a merecer el Premio Nobel de Medicina por tan sencilla fórmula, pero sí garantizo su efectividad. Un cierto amigo mío empezó a notar que su cabello enralecía. Por singular y extraña coincidencia su esposa empezó a incluir en la dieta diaria un sencillo alimento: gelatina. Se lo daba a mi amigo como postre. Al paso de las semanas él notó que el pelo se le caía menos, y observó también que sus uñas le crecían más, y más fuertes. Empezó entonces a comer gelatina -"sugar free" para no subir de peso-, tres veces diarias; en el desayuno, la comida y la cena. Bien pronto notó los resultados: ahora el pelo ya no se le cae como antes, y le crece más pronto y con mayor firmeza. Desde luego en todos los casos hay que consultar al médico, al nutriólogo o a algún especialista en problemas capilares, pero mi amigo asegura que esta sencilla fórmula lo ha ayudado a conservar el cabello. ¡Cómo me gustaría encontrar una receta igualmente sencilla para evitar que este país se siga debilitando por falta de medidas eficaces que lo saquen del atraso y lo pongan en el camino de la modernidad! Pero en fin, cosa más fácil es conservar el pelo que salvar a la República... Jesse James y sus feroces bandoleros asaltaron el tren y lo hicieron que se detuviera. Sube Jesse al vagón de pasajeros y les apunta con sus dos pistolas. Luego ruge con voz amenazante: "¡Vamos a robar a las mujeres y a violar a los hombres!". Uno de sus secuaces dice. "Jesse, creo que te equivocaste. Seguramente quisiste decir que vamos a robar a los hombres y a violar a las mujeres". "¡Momento! -dice uno de los pasajeros, hombre adamado y de atiplada voz-. ¿Quién está asaltando el tren? ¿El señor James o usted?"... FIN.