¿Era falso o no el testamento de lord Fatrump? Corrían los primeros meses de 1955, y la señora Hype, secretaria y compañera sentimental del testador, presentó el documento a fin de que se hiciera efectivo. Dijo que lo acababa de hallar entre los papeles del difunto. Los familiares de lord Fatrump impugnaron el testamento; acusaron a la mujer de haberlo falsificado. El juez pensó que sólo la señorita Sheila Kill, detective privado, podía resolver el espinoso asunto. Ella leyó el testamento. En una de sus cláusulas había escrito el testador: “... Y mi más preciada posesión, el castillo que en Irlanda compró mi padre al término de la Primera Guerra Mundial, se lo dejo a mi fiel amiga Mrs. Hype en premio a sus servicios...”. La firma de lord Fatrump parecía auténtica; la letra igualmente parecía la suya, y la fecha del testamento, 16 de diciembre de 1935, se ajustaba con precisión a la de la muerte de aquel rico señor. Y sin embargo a la señorita Sheila Kill le bastó echar un vistazo al documento para determinar que era falso. ¿Cómo llegó a esa conclusión? La respuesta viene al final de esta columnejilla... Terminó la función, y los once enanitos del circo decidieron ir a una cantina a tomarse una copa. No fue una la que tomaron: bebieron en tal forma que al final de la parranda quedaron todos en el suelo privados de sentido. Entró en eso un borrachín a la cantina, y al ver a los enanitos tendidos en el piso farfulló entre los humos de su beodez: “¡Ah caón! ¡Desarmaron el futbolito”... Una señora le contó a su amiga: “Por fin mi esposo halló la manera de hacerme feliz en las noches”. “¿De veras? -se interesa la otra-. ¿Qué hace?”. Responde la señora: “Me da el control de la tele”... Lo primero que haré este día será poner una escoba atrás de la puerta de mi casa. La conseja popular afirma que con ese procedimiento mágico se logra que un visitante indeseado termine pronto su visita y se vaya. ¿A qué viene Bush a México? Yo digo que a nada y a ninguna cosa. Su viaje, carente de sentido, representa un gran compromiso para México y un gasto aún mayor. Difícilmente podrá encontrarse en nuestro tiempo un Presidente norteamericano que haya alcanzado el grado de impopularidad que en América Latina, y sobre todo en México, tiene el pequeño Bush. ¿Cómo puede un hombre visitar la casa de su vecino en el momento mismo en que está levantando un muro para aislarlo? Mejor habría hecho el presidente norteamericano en quedarse en Washington, aunque allá sea más impopular que acá. El paseo que ha hecho ha servido sólo para suscitar en los países visitados un mayor sentimiento antinorteamericano. Por eso puse la escoba atrás de la puerta: para que Bush coma y se vaya... He aquí la respuesta al acertijo policiaco que aparece arriba. Supuestamente había escrito el testador: “... el castillo que compró mi padre al terminar la Primera Guerra Mundial...”. Pero el testamento estaba firmado el año de 1935, cuando no se sabía aún que iba a haber una Segunda Guerra. Por tanto no se usaba todavía aquella expresión: “Primera Guerra Mundial”. Eso le bastó a la señorita Sheila Kill para saber que el documento había sido falsificado. La señora Hype fue acusada de falsificación, y el juez le aplicó una severa pena: leer las obras completas de sir William Gladstone. No se pierdan mis cuatro lectores el siguiente caso de la genial detective Sheila Kill... Don Languidio le dice a su mujer, doña Neveria: “Si mueres antes que yo haré poner en tu tumba una lápida que diga: ‘Aquí yace mi esposa, tan fría como siempre’”. Replica ella. “Y si tú mueres antes que yo haré poner en la tuya una lápida que diga: ‘Aquí yace mi marido, tan tieso como nunca”... FIN.