Doña Pasita, dulce anciana de cabellera blanca y rósea tez, se vuelve en el lecho hacia su esposo, don Ruguito, y le dice con ternuras en la voz: "Viejito: esta noche no me duele la cabeza". "¡Qué bueno, mi amor! -responde lleno de alegría el viejecito-. ¿Quiere eso decir que hoy sí puedo tomarte de la mano?"... La suegra de aquel señor decidió por fin terminar la visita que hacía a su hija, visita que anunció por seis días y duraba ya seis meses. Cuando el esposo supo que su madre política dejaría la casa, le dijo muy pensativo a su mujer: "Creo que voy a extrañar a tu mamá". "¿De veras?" -exclama conmovida la señora. "Sí -repite el tipo-. Para no extrañarla tanto me conseguiré un tiburón y lo pondré en la bañera"... El apuesto príncipe dormía profundamente un sueño de siglos, víctima del sortilegio de una malvada bruja. Llegó la hermosa princesa y le dio al príncipe un beso de amor. Al momento el doncel abrió los ojos. "Estabas dormido -le explica la princesa-, pero te di un beso de amor en los labios y despertaste". "¡Fantástico! -se alegra el apuesto príncipe-. También siento dormida esta otra parte"... Solicia Sinpitier, madura señorita soltera, oyó decir que en la ciudad era cosa muy fácil conseguir un hombre para pasar con él un agradable rato. Ella, que no quería irse de este mundo sin conocer los deliquios del amor sensual, salió de su pequeño pueblo e hizo el viaje. En efecto, bien pronto conoció en el centro de la populosa urbe a un mancebo de buen ver. Le coqueteó abiertamente, y le dijo con voz invitadora: "Muéstrame lo que saben hacer los hombres de la gran ciudad". El mozalbete accedió a hacer la demostración: le dio a Solicia un empujón violento, le arrebató la bolsa y se echó a correr... Doña Macalota le reclamó a su inerte esposo, don Languidio: "El mundo se está sobrecalentando, y tú con nada te calientas". Es cierto: se miran por doquier (y deje usted por doquier: en todas partes) fenómenos inusitados que preocupan a los especialistas. Algunos teóricos muestran inquietud por el futuro del planeta en que vivimos. Yo, sin embargo, tengo el optimismo que deriva de no saber nada acerca de las cosas, y pienso entonces que nuestra Madre Tierra es un ser vivo que posee el instinto de conservación que todos los seres vivos tienen. Supongo, entonces, que la naturaleza se las arreglará para defenderse de los males que le causa ese extraño forúnculo llamado el hombre, y que sobrevivirá a ellos. Espero sólo que esa supervivencia no tenga como factor condicionante la desaparición de la especie humana. Y si ésta termina por desaparecer ojalá no esté presente yo en el momento de la desaparición, pues ni siquiera sé qué ropa debe uno llevar a esas desapariciones. Recordemos a doña Panoplia. Oyó decir a un conferencista: "Si las cosas siguen como van, el mundo se acabará dentro de un billón de años". "¿Cuántos?" -preguntó doña Panoplia sobresaltada. "Un billón de años" -repitió el disertador. "¡Qué susto me dio usted! -suspira con alivio la asustada dama-. ¡Yo oí un millón!"... Babalucas era dependiente en la pequeña tienda del pueblo. Llega una mujer y le dice: "Deme una cajetilla de cigarros, y si tiene huevos una docena". Va a la trastienda Babalucas y regresa con 13 cajetillas. Le dice con altivez a la mujer: "¡Ni que se necesitara tanto valor para vender cigarros!"... Por su parte la hermana soltera de Babalucas, Bobilina, salió embarazadita. "¡Mano Poderosa! -gimió su mamá, que era mujer devota-. Pero, dime, desdichada: ¿al menos hiciste eso por amor?". "No, madre -responde Bobilina-. Lo hice por dinero". "¡Mano Poderosa! -clama la señora, que era mujer escasa en jaculatorias-. ¿Cómo que lo hiciste por dinero?". "Sí, madre mía -confirma Bobilina, atribulada-. Le pagué"... FIN.