El guapo y joven empleado de la compañía eléctrica llegó a tomar la lectura del medidor de luz al departamento que compartían Susiflor y Rosibel. "Ni te fijes en él, Susiflor -dice en voz baja Rosibel-. Es de corriente alterna"... Dos señoras intercambiaban confidencias. "Anoche que llegó a la casa mi marido -dice una-, no me dejó hacer nada. Bañó él mismo a los niños, hizo de cenar, lavó los trastos, tendió las camas, acostó a los hijos, planchó la ropa del día siguiente, y sólo entonces me alcanzó en la recámara". "¡Qué bien! -exclama sorprendida la otra-. Y ¿por qué hizo todo eso?". Explica la señora: "Es que leyó en alguna parte que una esposa hace mejor el amor cuando no está cansada". "¿Y es cierto?" -pregunta la amiga con sonrisa traviesa. "Quién sabe -contesta la señora-. No hicimos nada porque él estaba muy cansado"... Un sujeto casó con viuda. Después de algunos meses le preguntaba alguien: "¿Qué haces cuando tu señora se pone a hablar de su marido muerto?". Responde el tipo: "Lo envidio"... Los dos sultanes de Oriente estaban platicando. "Algo me sucedió anoche -dice uno-. Hasta las seis me quedé dormido". "¡Qué bárbaro! -exclama asombrado el otro sultán-. ¡Yo con tres quedo rendido!"... El señor y su esposa viajaban en el tren. Ya cada uno en su litera se disponían a dormir. De pronto dice ella en la oscuridad del vagón: "Serventesio: un hombre quiere meterse en mi litera". "Calla, mujer, y déjame dormir -le responde el señor entre dormido y despierto-. Ha de ser tu imaginación". A la mañana siguiente él le dice a ella: "Te ves cansada y ojerosa. Debes haber dormido mal". "Sí -contesta ella-. Toda la noche tuve encima a mi imaginación"... Los partidarios del aborto pretenden que éste sea practicado en las instituciones de salud pública, pero al demandar eso no toman en cuenta a los médicos. La inmensa mayoría de ellos no olvidan que al recibir el título profesional hicieron un juramento: el de preservar la vida. Cualquier legislación sobre el aborto debe considerar entonces la objeción de conciencia, y eximir de la obligación de practicar un aborto al médico cuyo criterio profesional, ético o religioso le impida participar en esa acción. Si no se da atención a ese factor puede llegarse al absurdo de que un médico quede obligado por un contrato laboral colectivo a hacer lo que su conciencia le prohíbe. Eso sería un grave atentado contra la libertad individual, y una burda imposición del Estado sobre los derechos de la persona humana... Llegó un niñito de cuatro años a la farmacia. "Señol -dice al farmacéutico-, quielo un condón". "¿Queeé?" -se sorprende el hombre. "Quielo un condón" -repite el pequeñito. El tipo le pregunta: "¿Quién te mandó a comprar eso? ¿Tu papá?". "No, -responde el niño-. El condón lo quielo pala mí". Crece el asombro del señor. "Caray -dice al chamaco-. ¿Sabes lo que es eso?". "Sí sé -responde el pequeñín-. Ande, déme mi condón. Tlaigo linelo". "No, niño -le dice el farmacéutico-. No te puedo vender lo que me pides". El chiquillo rompe a llorar. "¡Quielo un condón! -gime-. ¡Quielo un condón!". Y así diciendo empieza a sollozar desconsoladamente. "No llores -trata de calmarlo el farmacéutico, pues la gente empezaba a voltear-. Anda, ten un dulce". "¡No quielo lulce! -grita el niño-. ¡Usté es un homble malo, malo, malo!". Todos miran al hombre con ojos de reprobación. "Está bien, niñito -dice el señor para acabar con el problema-. Te voy a vender eso que quieres". Va hacia un anaquel y le trae al niño el objeto que pedía. Éste se enjuga el llanto, abre el paquetito y saca aquel objeto. Lo examina y estalla otra vez en llanto estrepitoso. "¡Ahhhh! -solloza desgarradoramente-. ¡Yo no quielo un blobo! ¡Quielo un condón pala bailal mi tlompo!"... FIN.