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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Armando camorra

Abuelos y nietos... Amor más puro será difícil de encontrar. Perfecto amor es ése, porque es amor sin límites ni condiciones. El nieto ve en sus abuelitos amparo y protección, y los abuelos miran en sus nietos un certificado de inmortalidad. Si alguien se opone con energía a la tesis de que las nalgadas ayudan a corregir a un niño, ten la seguridad de que es un abuelito o una abuelita. Con sus hijos quizá admitieron esa teoría, pero los años dan sabiduría al hombre y la mujer, y la llegada de sus nietos los hace cambiar radicalmente de opinión. Los abuelos forman para sus nietos un pequeño paraíso terrenal donde ninguna disciplina impera y no existe otra ley más que el amor. Mi abuelita materna, mamá Lata, cuidaba con esmero la vajilla chinesca heredada de sus antepasados. Cuando íbamos a su casa nuestros padres nos amonestaban: por ningún motivo debíamos acercarnos al “trinchador” donde la vajilla estaba. “¿Que no? -los reprendía ella-. A ver: ¿qué quieren quebrar mis niños, taza o plato?”. Ahora mis hijos me reprenden por la ancha manga que tengo con mis nietos. “A nosotros no nos dejabas hacer eso”. Y respondo: “Las camas no están hechas para que en ellas brinquen los hijos. Están hechas para que brinquen los nietos”. Yo digo que no debo haber sido tan malo si Diosito, tan bueno, me dio el regalo de los nietos. Diez tengo, como diez ángeles arcángeles, y estamos ya esperando con alma y corazón una chiquitina más. Y porqué sé la gloria que hay en ser abuelo, y quiero compartirla con todos los que gozan ese mismo edén, hice un libro que ayer entró a las prensas bajo el amparo de Diana, Grupo Planeta, mi amadísima casa editorial. Ese nuevo libro se llamará: “De abuelitas, abuelitos y otros ángeles benditos”, y contendrá relatos entrañables; cuentos para reír y pensar; meditaciones sobre este milagro que es la vida, más milagroso aún cuando florece en el precioso vínculo que hay entre los nietos y sus abuelitos. Aspiro a que este libro sea regalo para todos aquellos que merecieron el don de ser abuelos. Con ellos me encontraré en sus páginas, con sus hijos y sus nietos, que son seguramente iguales a los míos. Les pido a mis cuatro lectores esperarlo. Mi libro anterior: “La otra historia de México: Juárez y Maximiliano; la roca y el ensueño” fue -a ustedes gracias- un gran suceso editorial: 70 mil ejemplares se han vendido ya de él, y por un año se ha mantenido en la lista de los 10 libros más vendidos en el país. De ese libro se dijo: “En él está el Catón historiador”. Pues bien: en este nuevo libro: “De abuelitas, abuelitos y otros ángeles benditos”, está el Catón yo. Quiero decir, el más íntimo y sincero, el más auténtico. Cuando salga saldré yo junto con él. Ojalá tú nos recibas... En el lobby bar del hotel un tipo se sentó junto una linda chica y le dijo de buenas a primeras: “Soy un tenorio”. “¿Ah sí? -responde ella divertida-. Entonces invítame una copa”. “¿Estás segura?” -se desconcierta el tipo. “Claro” -responde con buen ánimo la chica. Poco después pregunta ella: “¿De modo que eres un tenorio?”. “Sí -replica él-. Soy un tenorio”. “Entonces -dice la muchacha- vamos a mi cuarto”. Él tipo se desconcierta todavía más. “¿Estás segura?”. “Claro” -contesta la muchacha. Ya en la habitación el sujeto se mostraba vacilante. “¿Qué te sucede?” -se extraña ella. Responde el individuo: “Es que no sé qué hacer. Tengo cinco años de ser un tenorio y jamás había llegado hasta este punto”... Otro tipo tampoco había tenido trato con mujer. Una empezó a instruirlo. Le iba diciendo: “Dale hacia adelante. Ahora dale hacia atrás. Ahora hacia adelante...”. El tipo se impacienta: “Bueno, ya decídete ¿no?”... FIN.

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