En el debate sobre el aborto y su despenalización ha habido mucho calor y muy poca luz. Entiendo que nadie quiere promover el aborto: se trata, sí, de eliminar las penas que la legislación del Distrito Federal impone a la mujer que aborta. Yo hago esta pregunta: ¿alguien conoce el caso de alguna mujer que esté en prisión por haber abortado? Se sabe que decenas de miles de mujeres abortan cada año, pero a ninguna se aplica la penalidad prescrita por la ley. Desde un punto de vista estrictamente jurídico en el DF se está reconociendo una situación vigente, y se dictan medidas a efecto de conseguir que esos abortos se realicen en condiciones que no pongan en riesgo la vida de la mujer que decide no tener a su hijo. El aspecto moral de la cuestión es otra cosa. Dígase lo que se diga, y por más argumentos pretendidamente científicos, y aun teológicos, que puedan esgrimirse, lo cierto es que el aborto es la supresión de una persona humana, pues ésta existe como criatura per se desde el momento mismo de la concepción. En el momento en que el espermatozoide fecunda al óvulo un nuevo ser humano empieza a desarrollarse. El hecho de que no haya alcanzado su plena madurez no autoriza su eliminación. ¿Por qué se permite la supresión de una vida humana antes de las 12 semanas de su gestación, y no a las 13, o a las 14 ó 15? ¿Con qué criterio se decide que antes de las 12 semanas no hay persona, y después de las 12 semanas y un segundo sí la hay? Lo cierto es que un cuerpo y una vida distintos a los de la madre empiezan a alentar en su seno desde el momento mismo de la fecundación. Negar eso es cerrar los ojos no sólo a la realidad, sino a la verdad también. Un óvulo fecundado no es una célula cancerosa, ni un tumor. Es un ser humano en potencia. El recién nacido tampoco ha desarrollado plenamente su potencialidad humana. ¿Sería eso razón suficiente para privarlo de la vida? Tanto la mujer que decide abortar como el personal médico que la asiste en el aborto tienen libertad de decisión, pero en conciencia saben que están suprimiendo una vida humana. Es absurdo, y aun monstruoso, alegar -colmo de la irracionalidad- que quizá el aborto está salvando a la criatura abortada de una vida miserable, por las injusticias que existen en el mundo. Matemos entonces a los pobres: nunca es demasiado tarde para librar a alguien de su sufrimiento. El hecho de que se despenalice el aborto no influye nada en la calificación moral del acto, ni le quita su carácter elemental de supresión de una vida humana inocente. Me apena, sin embargo, decir que las iglesias cristianas, que con tanta energía condenan el aborto y su despenalización, no tienen en el fondo mucha autoridad moral para hacer esa reprobación. Han contaminado el mensaje fundamental de Cristo, que es el amor, con un pernicioso "siperismo" que todo lo relativiza. La ley de Dios dice: "No matarás". Los hombres añadimos: "Sí, pero...", y justificamos la guerra, o a aquellos que toman las armas en pretendida defensa de los pobres. Los jerarcas cristianos han bendecido siempre a los ejércitos, y en México algunos obispos apoyaron a Marcos, que mataba a unos pobres para supuestamente salvar a otros. Por eso creo que el aborto se debe condenar no en nombre de las religiones, que a todo se acomodan y todo lo interpretan, sino en nombre de la vida, pues el aborto es un atentado contra ella. Las iglesias y los creyentes han de atender más a las cosas de la misericordia que a las de la justicia. Practicando el amor y haciendo el bien, comprendiendo y perdonando, deben proponer el mensaje de la vida en medio de los males, sufrimientos y miserias que a muchas vidas agobian y ensombrecen... FIN.