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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

La señorita Sheila Kill supo que algo interesante iba a pasar cuando lord Fullfig, director de Scotland Yard, le pidió a su mayordomo Beefy que le consiguiera el reloj que mejor marcara la hora en Londres. Supo eso la genial detective porque sir Fullfig era meticuloso en grado extremo, nimio y preciso hasta la exageración. Sostenía que ningún reloj en todo el Imperio Británico marcaba la hora exacta señalada por el Observatorio de Greenwich: todos adelantaban o atrasaban al menos unas milésimas de segundo. Por su parte Beefy era el hombre más racional que había en el Imperio de su Majestad Británica: su apego a los principios de la lógica era algo que irritaba. De esa combinación de excéntricas mentalidades debía salir por fuerza algo igualmente extravagante. En efecto: el fiel mayordomo le entregó a su amo un reloj que ni siquiera funcionaba: su mecanismo estaba detenido; las manecillas permanecían inmóviles en la carátula. "By Jove! -juró lord Fullfig al recibir de Beefy aquel reloj inútil-. Te pedí el reloj que mejor marcara la hora en Londres, grandísimo bellaco, ¿y me traes un reloj descompuesto? ¡Estás despedido!". El mayordomo quiso decir algo, pero lord Fullfig se lo impidió con ademán autoritario al tiempo que le decía colérico: "¡Largo de aquí, tunante!". Fiel a su amo, como siempre, Beefy hizo una leve inclinación de cabeza y se dispuso a retirarse. "Un momento, milord -intervino en ese momento la señorita Sheila Kill-. Si usted despide a este hombre incurrirá en la mayor injusticia que se ha cometido en Inglaterra desde que Tom Claypigeon fue ahorcado por estrangular a su suegra, y luego se supo que la mujer se había estrangulado a sí misma sólo para meter en un problema a Tom. Permítame decirle que Beefy cumplió a la perfección el encargo que usted le hizo. En efecto, éste es el reloj que mejor marca la hora en la ciudad". "¿Cómo puede ser eso? -bufó Fullfig-. ¡El reloj ni siquiera funciona!". Entonces la señorita Sheila Kill procedió a explicarle al iracundo señor por qué su fiel mayordomo había cumplido a la perfección la orden que recibió. Mis cuatro lectores encontrarán la explicación después de los dos breves chascarrillos que en seguida vienen como útil intermedio... La linda chica le dice al salaz tipo: "¿Se me ve bien este vestido?". "Sí -responde él-. Pero se vería mejor en el piso de mi recámara"... En el tren le dice él a ella: "De haber sabido que este túnel era tan largo, te habría hecho el amor aquí mismo". Y ella le dice a él: "¿Qué no fuiste tú?"... Recordemos. Lord Fullfig, hombre preciso hasta la exageración, le pidió a su mayordomo Beefy, individuo que hacía de la lógica su única pasión, que le consiguiera el reloj que mejor marcara la hora en Londres, pues pensaba que todos atrasaban o adelantaban fracciones de segundo. Beefy le llevó un reloj detenido. "Y está en lo correcto, milord -razonó con su genialidad acostumbrada la señorita Sheila Kill-. Un reloj que adelanta o atrasa, aunque sea una diezmilésima de segundo, nunca marca bien la hora. En cambio un reloj detenido la marca con exactitud dos veces cada 24 horas. Por lo tanto un reloj parado marca más veces con precisión la hora que uno que atrasa o adelanta aunque sea una diezmilésima de segundo". Yo digo que eso es correcto desde el punto de vista estrictamente racional, pero de ningún modo es razonable. Un reloj que atrasa o adelanta una fracción de segundo, y aun varios, es mejor que uno que no funciona. Lo racional sirve en la lógica, pero en la vida no sirve para nada. No pretendamos con soberbia tener toda la razón: busquemos, sí, ser razonables. Eso será útil no sólo en nuestras relaciones privadas, sino también en los debates públicos... FIN.

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