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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Hay en la Tierra pequeños paraísos que son anticipación del que las religiones prometen en el Cielo. Uno de esos edenes es la Isla del Padre, en el extremo suroriental de Texas. Historia tiene ese lugar hermoso, y ricas tradiciones, y bellezas de mar y tierra, y estilo propio, y propia personalidad. Un puente esbelto y elegante une a la Isla con Port Isabel. Ahí un antiguo faro dice de pescadores que ponen en la mesa de los visitantes los mejores camarones de este lado del mundo, y de los otros. En la Isla del Padre hay niños que hacen castillos en la arena, y hombres y mujeres que los hacen en el aire. Cuando el invierno llega, con él llega la gente que hace castillos de recuerdos. En el mar de la Isla habitan delfines en cuya piel de plata se reflejan el sol de los atardeceres y la pirotecnia de los fines de semana. Y moran también en aquel mar isleño peces de todos los colores, y criaturas marinas visibles e invisibles para las cacerías de las gaviotas y de los pelícanos. ¿Será posible, me pregunto yo, que ese paraíso, deleite de tanta gente que ahí vive o que ahí llega, casa de tantas criaturas de tierra, mar y cielo, sea amenazado por los peligros de una explotación petrolera que habrá de enriquecer a un solo hombre? ¿Acaso el país vecino, que muchas y muy buenas leyes tiene para dar protección a las bellezas de Dios y de la naturaleza, permitirá que la influencia política y el poder del dinero pongan en riesgo algo que pertenece a todos? Desde que mis hijos eran pequeñitos yo vacaciono en la Isla del Padre, y tengo ahí memorias entrañables. En 25 años he visto transformarse a la Isla: ayer era lugar apartado que pocos visitaban; hoy es un centro turístico de primer orden, dinámico y moderno, que en los Estados Unidos ha alcanzado importancia nacional. ¿Y se va a echar a perder todo eso por la ambición de uno? Quienes amamos la Isla confiamos en sus autoridades. Hemos visto cómo han preservado sus bellezas, y cómo últimamente las han aumentado todavía más. Estamos seguros de que sabrán defender ese edén cuyo cuidado y protección se les encomendó... El buen Yankel acudió ante el rabino Rebbe y le dijo con voz llena de angustia: "Mi único hijo se convirtió al cristianismo. ¿Qué debo hacer, rabino?". Contestó el sabio varón: "Déjame pedirle consejo a Dios. Vuelve mañana". Al día siguiente regresó el buen Yankel. Le dice el rabino Rebbe: "Lo siento, pero no puedo ayudarte. Dios me dijo que Él tiene el mismo problema"... Pirulina se fue a confesar con el padre Arsilio. Le contó que estaba en relaciones de fornicio con Pedro, Juan y varios. "De penitencia -dictamina el confesor-, rezarás 15 rosarios". "¿Por qué tantos, padre?" -protesta la muchacha. "¿Cómo por qué? -se enoja el padre Arsilio-. ¡Estás violando el sexto mandamiento!". "¿Y luego ? -replica Pirulina-. Todavía quedan otros nueve"... El botones del hotel atravesó silbando el elegante comedor. El gerente lo reprendió con aspereza: "¿No sabes que el personal tiene prohibido silbar mientras trabaja?". "No estaba silbando -contesta el muchacho-. Estaba voceando a un perro"... El niño se sentía débil, sin ánimos de nada. Su mamá lo llevó con un doctor. "Déle garbanzos -recomienda el facultativo-. Eso lo fortalecerá y le dará energía". Al día siguiente el niño bajó a desayunar y vio sobre la mesa diez grandes platos llenos de garbanzos. Le pregunta asustado a su mamá: "¿Me tengo que comer todos esos platos?". "Nada más uno -responde la señora-. Los otros nueve son para tu papá"... Don Cornulio le dice a su mujer: "Sospecho que me estás engañando con mi amigo Afrodisio. Si no, entonces con mi amigo Libidiano. Si tampoco es con él, entonces me engañas con mi amigo Pitoncio". "¡Óyeme! -protesta la señora-. ¿Te estás creyendo tú que yo no tengo amigos?"... FIN.

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