Estaban en lo más apasionado del trance amoroso, y dice el hombre a la mujer: "-¡Eres la mejor esposa que pudo haberme tocado! ¡Y no me importa lo que piense tu marido!”... En la noche de bodas, el joven novio descubre que su flamante mujercita no sabía nada, absolutamente nada, de las cosas de la vida. Con gran sensibilidad, para no causarle un trauma irreparable, el muchacho tiene el acierto de actuar con delicadeza, y antes de cualquier cosa procede a darle una tierna explicación acerca de esas realidades. Al día siguiente comentaba la muchacha desperezándose en el lecho con una gran sonrisa de felicidad: "-¡Ay, Sigifredo, lo que más me gustó de anoche fue cuando la abejita se posó en el cáliz de la florecita!”...La multitud rodeaba a la mujer adúltera, y el populacho se disponía a lapidarla. Pero alzó Jesús su mano todopoderosa, y dijo al pueblo con voz en la que al mismo tiempo había autoridad y mansedumbre: "-El que esté libre de culpa que tire la primera piedra”. ¡Soc! Una piedra salió de entre la turba y fue a pegar en plena cara a la mujer. Se dirigió el Señor al hombre que había lanzado la pedrada. "-¿Acaso tú estás libre de culpa?” -le preguntó severo-. "-Puede que no -respondió el hombre-. Pero soy el marido, y traigo un coraje bruto”... Al tren de Londres subió una ancianita, que puso en la canastilla de equipajes una pequeña caja. Apenas había echado a andar el tren cuando de la caja comenzó a salir un líquido ambarino que bañó por completo la cabeza y el rostro del elegante lord que iba al lado de la viejuca. Impasible, el lord se enjuga el rostro con la mano, huele el líquido aquel, lo prueba, y luego pregunta a la ancianita: "-¿Whisky?”. "-No -responde ella-. Fox terrier”... Después de examinarla dice el ginecólogo a la chica: "-Presenta usted un raro caso de embarazo múltiple”. "-No sé qué tiene de raro, doctor -responde ella-. Había varios hombres en la fiesta”... Muy digno dice Pepito a su maestra: "-¿Ya ve, señorita? Tantas veces me ha dejado usted castigado después de clases, que la gente comienza a murmurar de nosotros”... El borracho iba todos los días a rezarle a la milagrosa imagen de San Bartolo, patrono del pueblo. "-¡San Bartolito! -le decía-. ¡Ando muy fregado! ¡Mándame aunque sea unos mil pesos, de perdido pa’ la cruda!”. Y así todos los días. Una vez hubo necesidad de limpiar la imagen del patrono, de modo que el señor cura la hizo quitar del altar y poner otra del mismo santo en tamaño pequeño. Llega el borrachín, ve aquella imagen y le dice: "-Oye, chamaco, ¿no te dejó tu jefe una lana para mí?”... "-Dígame la verdad, doctor -pide el paciente-. ¿Cuánto me queda de vida?”. "-Bueno, mire usted -responde el doctor tomando su cronómetro-. Diez... nueve... ocho... siete... seis...”... "-¿Y cómo te ha ido con tu novio?” -pregunta una muchacha a su amiga-. "-No muy bien -contesta ella-. Todo me ha propuesto, menos matrimonio”... El hospital invitó a un médico judío que se había hecho famoso por inventar una nueva técnica para extirpar el apéndice sin dejar cicatriz o dolor postoperatorio. Se escogió a un paciente para que en él hiciera la demostración. Cuando acabó la intervención y el hombre volvió en sí, se quejó con la enfermera: "-Me dijeron que no habría dolor después de la operación, y me duele mucho abajo”. Y le explica la enfermera: "-Es que el doctor hizo tan magníficamente bien la operación del apéndice, que los médicos presentes le tributaron una cálida ovación. Aunque el doctor Rabinowitz la agradeció con muchas caravanas, el aplauso no terminaba, de modo que para complacer al público se vio obligado a ofrecer un encore, y entonces le hizo la circuncisión”... FIN.