En el baile del pueblo un individuo nombró a una muchacha. Eso de “nombrar” significa que la invitó a bailar. A la mitad de la pieza el sujeto se dio cuenta, sorprendido, de que ella parecía hacerse más alta cada vez. "Perdóname -le dice con asombro-. ¿Por qué me da la impresión de que estás creciendo?”. Responde ella: "Es que tengo una pata de palo, y me estás dando las vueltas para el lado en que se desenrosca”... Llorosa y compungida la chica se quejó con su mamá. "Mami -le cuenta-, en la escuela todos me dicen que tengo aspecto poco femenino”. "No les haga caso mi hijita -la consuela con ternura la señora-. Ande, rasúrese y véngase a desayunar”... Ésta es una más de las historias de Ovonio Grandbolier, el mayor haragán del mundo, el más grande pigre, mayúsculo holgazán. Cierto día se encontró a un amigo. "¡Me voy a Australia! -le dice éste entusiasmado-. ¡Se acaba de descubrir un fabuloso yacimiento de oro! ¡Lo único que tienes que hacer es agacharte a recogerlo!”. "Ah -responde Ovonio con desgano-. ¿Tienes que agacharte?” ... Aquel viejito y su esposa cumplían 100 años de edad, los dos el mismo día. Hubo una gran fiesta familiar, claro, y la prensa fue a entrevistar a la pareja. Le pregunta un reportero al viejecito: "Ahora que ha cumplido usted 100 años, señor, ¿cuál es su mayor ilusión?”. "Me gustaría vivir hasta los 110 -responde-, y que mi señora llegara a los 109”. El entrevistador se sorprende: "¿Por qué quiere que ella viva un año menos que usted?”. Responde el viejecito: "La verdad, me gustaría disfrutar de un año de paz antes de irme”... El cazador fue a un rancho del norte de Nuevo León, pues le dijeron que ahí había abundancia de venados. Como no conocía el terreno contrató a un guía. "¿Es usted bueno para esto?” -le preguntó con cierta desconfianza. "Señor -contesta el hombre-. Soy el mejor guía de todo Nuevo León. Conozco estos terrenos mejor que la palma de mi mano”. El primer día que salieron a cazar el guía se perdió. Hubieron de pasar la noche en descampado. Caminaron todo el siguiente día, y un día más, y otro, sin que el sujeto hallara el camino de regreso. Exasperado, el cazador estalla. "¡Óigame! Usted me dijo que era el mejor guía de todo Nuevo León”. "Y lo soy, señor, de veras -balbuce el individuo-. Lo que pasa es que ahorita ya andamos en Chihuahua”... Una joven les decía a sus amigas: "Desde que me casé con Leovigildo me intrigaba saber qué hacía por las noches. Un día me decidí y regresé temprano a la casa. Y ahí estaba, viendo la televisión”... Le pregunta un muchacho a otro: "Cuando estás con tu novia Rosibel ¿las cosas se ponen muy ardientes?”. "¿Que si se ponen ardientes? -replica el otro-. Mira: Rosibel tiene un perro doberman. La otra noche que estaba con ella, el maldito perro me mordió y me arrancó un pedazo de nacha. No lo noté sino hasta que llegué a mi casa”... Con voz emocionada le pregunta el tipo a su mujercita: "Dime, amor mío: ¿me amarás cuando sea viejo y calvo?”. Se queda pensando ella y luego dice: "La verdad no lo sé, Picio. Bastante trabajo me está costando amarte ahora que eres joven y greñudo”... Se estaba oficiando el matrimonio. El señor cura le pregunta a la novia: "¿Aceptas por esposo a Belfego?”. Responde ella: “Si me lo pregunta de veras, padre, y puedo escoger, más bien acepto al muchacho aquél alto y guapo de la novena fila”... Lord Potbelly, hombre ventripotente, fue objeto de la crítica de una áspera mujer. Le dice ella: “Señor mío: si esa panza estuviera en una mujer, yo diría que estaba embarazada”. Responde con flemático laconismo lord Potbelly: “Estuvo, señora. Y está”... FIN.
