Hacía mucho tiempo que Ianni Tzingas no asomaba por aquí. Mis cuatro lectores conocen a ese personaje. Suele enviar cartas con frases de admonición y de castigo a relevantes figuras de la vida pública, y en ellas les enrostra sus fallas, yerros, desatinos, inadvertencias y omisiones. Hoy aparece de nuevo el acre dómine, y dirige su misiva al señor Marcelo Ebrard, Jefe de Gobierno del Distrito Federal. Le dice: "¿Que te pasa, Marcelo, qué te pasa? Unos cuantos vociferantes activistas -mejor dicho, agitadores de profesión y a sueldo- trastocan todos los días la vida en el DF, y tú te cruzas de brazos con el pretexto de que no vas a incurrir en represión. Aplicar la ley, Marcelo, no es reprimir: es ejercer con rectitud la autoridad que los ciudadanos pusieron en tus manos para que los protegieras frente a las imposiciones y abusos de unos cuantos. Estos tales levantan muros en los espacios públicos y tú, tras decir que habrás de impedir eso, te patraseas y reculas, lo cual está bien dicho aunque se escuche mal. Todos sabemos que en el fondo no eres perredista -¿cómo podría ser perredista alguien que se viste como tú?- pero en tu empeño por parecerlo permites la violencia y la ilegalidad, y así te vuelves rehén de las más extremistas tribus del DF en vez de gobernar mirando al bien común. Si quieres tener futuro político nacional deberías procurar parecerte lo menos posible a López Obrador. Sin embargo cada día te ves más sometido a él y a sus adictos, y estás creando la impresión de que tu antecesor sigue gobernando a través de ti. Debes ser dueño de ti mismo, actuar según el interés de tu comunidad, no en obediencia a los dictados de otro. Sólo de esa manera podrás crecer, tener tu propia personalidad y ganar la voluntad de tus gobernados y de los mexicanos todos, en vez de ser simple comparsa o peón de un juego ajeno. Ianni Tzingas"... El señor y la señora cumplieron 50 años de casados y fueron a una segunda luna de miel. "Recuerdo -dice ella evocadoramente- que en nuestra noche de bodas me dijiste ardiendo de deseo al verme por la primera vez al natural: ‘¡Voy a beber la miel de esos senos de diosa hasta dejarlos secos!’. ¿Qué me dices ahora?". Con laconismo responde él: "Misión cumplida"... Le pide un tipo a otro: "Dame un cigarro". Dice el otro: "Creí que ibas a dejar de fumar". "Y estoy dejando -afirma el primero-. Me encuentro en la fase uno". "¿Cuál es la fase uno?" -pregunta el amigo. Contesta el tipo: "Dejar de comprar"... Doña Frigidia, ya se sabe, es la mujer más fría del planeta. El otro día le reclamó con acrimonia a su esposo, don Frustracio: "Mis amigas me cuentan que sus esposos gritan llenos de pasión en el momento del amor. ¿Por qué no gritas tú?". Explica mansamente don Frustracio: "No quiero despertarte"... Aquella cantina estaba cerca del cementerio. El tabernero creyó morir de susto cuando una noche entró un esqueleto en el local y de pie ante la barra le pidió: "Tráigame un tequila doble y un trapeador"... La joven y guapa enfermera le dice al maduro paciente tomándole la mano: "Le voy a checar el pulso, don Senecio". Solicita el carcamal: "Lleve su mano un poco más abajo, Florencina, para que me cheque el impulso"... La profesora de primer año le puso a Pepito un problema en el pizarrón: 1 + 1. Después de contemplar largamente lo anotado le pide el chiquillo a la maestra: "¿Puedo llevarme el problema a casa, para meditar detenidamente la cuestión?"... Doña Tapiana era bastante sorda. Cierto día fue a una reunión de señoras, y una de las invitadas habló con orgullo de las hortalizas que cultivaba en su jardín. "He cosechado unos pepinos de este tamaño" -dice indicando con las manos. Doña Tapiana pregunta ansiosamente: "¿Quién? ¿Quién?"... (No le entendí)... FIN.
