Don Cornilio recibió un anónimo: "Tu mujer se encontrará hoy a las 10 en punto de la noche con su amante, en el Motel Ucho". Indignado, el mitrado esposo le enseñó aquel recado a su consorte. Ella le dice: "¿Cómo puedes creer semejante mentira? Tú me conoces bien, y sabes que no soy tan puntual"... Pepito y su papá estaban en la sala de su departamento, en un segundo piso. El señor se inclinó sobre la ventana para mirar algo, perdió el equilibrio y cayó al vacío. Se levantó, sangrante y lacerado; como pudo regresó al departamento y tocó el timbre. Pepito abre la puerta, y al ver a su padre le pregunta: "¿Qué me trajiste?"... Los pasajeros del jet oían el aviso de rutina acerca de las mascarillas de oxígeno: "... Si viaja con un menor, colóquese usted la mascarilla antes de ponérsela a su acompañante. Si viaja con dos menores, decida desde ahora a cuál de los dos quiere más"... El esposo y la esposa acudieron a la consulta de un consejero matrimonial. Se quejó el marido: "En el momento del acto del amor le veo la cara a mi mujer, y lo que miro es odio, rencor infinito, rabia, aborrecimiento y animadversión". Le pregunta el terapeuta a la señora: "Y usted ¿cómo ve el rostro de su esposo?". Responde ella: "Lo veo desde afuera, a través de la ventana"... Se hablaba de la reencarnación. El yerno le pregunta a su mamá política: "Y usted, suegra, ¿en qué animal quisiera reencarnar?". Contesta la señora: "Siempre he sentido una extraña simpatía por las serpientes. Me gustaría reencarnar en víbora". Comenta el yerno: "Entiendo que no se vale repetir"... Un hombre soltero fue a una tienda de mascotas. Quería algo original, le pidió al dueño. Éste le ofreció un ciempiés. "No sólo es una mascota original -le dijo-, también le ayudará a tener limpio y en orden su departamento, y hasta puede hacerle algunos mandados". Escéptico, pero curioso, el tipo compró el ciempiés. Ya en el departamento le ordenó al bicharrajo: "Limpia los pisos". En un dos por tres el ciempiés los dejó como espejos. Admirado, le mandó enseguida: "Lava las ventanas". Con rapidez el miriápodo dejó los cristales brillando de limpios. "Ahora -le dice el tipo- ve al puesto de la esquina y cómprame el periódico". El ciempiés salió de la sala, y el sujeto se sentó a esperar. Pasaron 15 minutos; pasó media hora; una hora pasó, y del ciempiés ni luces. Se asomó el individuo a la calle, a ver si venía ya. Nada. Fue el hombre al cuarto del ciempiés, y ahí estaba el animalillo todavía. Ni siquiera había salido de la casa a cumplir el encargo. "¿Qué sucede? -le pregunta airado-. ¡Hace más de una hora te envié por el periódico!". "Momento -responde el cientopiés-. Estoy terminando de ponerme los zapatos"... Babalucas era soldado. Iba con un compañero, y encontraron tres granadas dejadas por el enemigo. Propone Babalucas: "Vamos a recogerlas para llevárselas al general". El otro se inquieta: "¿Y si nos estalla una?". Replica Babalucas: "Le decimos que nada más hallamos dos"... Los viejitos se amaban con ternura. Le dice él a ella: "¡Cómo quisiera verte!". Le dice ella a él: "¡Yo también quiero verte!". "Entonces -propone él-. ¿qué te parece si vamos con el optometrista a que nos ponga lentes?"... En la taberna del barrio una mujer bebía ginebra a diario, como marinero. Perdía el sentido, y todos los parroquianos, gente de infame ralea y villana condición, saciaban en ella sus más bajos instintos. Lo mismo sucedía cada noche. Un día la mujer llegó al antro a la hora de costumbre. El cantinero se dispuso a servirle su bebida. "Ahora dame ron -le pide ella-. He notado que cuando bebo ginebra, al día siguiente me duele mucho aquello que te platiqué"... FIN.