Rosilí, muchacha soltera, les informó a sus papás que se hallaba en estado de buena esperanza, o sea embarazada. "¡Cómo! -exclama consternada la mamá. Interviene en ese punto el padre: "No hagamos preguntas tontas -dice-. Ya sabemos cómo; lo que nos interesa saber ahora es con quién"...Víctima de repentino mal murió cierto señor en un pueblo rural famoso por la crianza de caballos. Llegó al velorio un compadre del finado, y la afligida viuda lo llevó a que mirara al difuntito. "¡Caramba! -exclama conmovido el hombre-. ¡Se fue entero mi compadre!". "Sí -suspira la viuda-. Debimos haberlo capado desde hace mucho tiempo. Me deja con diez hijos y esperando el once"... Don Autumnio, maduro caballero, sabía mucho de ópera, pero su amiga, la señorita Celiberia, no. Una noche él la invitó a visitarlo en su departamento. Ahí le dijo: “Querida señorita: ¿me permite que le ponga mi Rigoletto?”. "Ay, don Autumnio -contesta ella enrojeciendo-. ¡Ya va usted a empezar con cosas!”... Mis cuatro lectores saben bien que una de mis tareas es orientar a la República. Desgraciadamente rara vez hace ella caso de mis admoniciones, lo cual explica en buena parte -perdón por la inmodestia de decirlo- el mal estado de los asuntos nacionales. Me alegró, sin embargo, saber que una de mis orientaciones fue atendida. Dije que el Presidente Calderón se estaba equivocando al cabildear la reforma fiscal con los gobernadores, en vez de hacerlo con los líderes de los partidos y los diputados. Al siguiente día se anunció que el Presidente se había reunido con legisladores y dirigentes políticos para tratar acerca de esa reforma, impostergable ya. En efecto, urgen cambios que mejoren lo relativo a la tributación en México. Somos muy pocos los que pagamos impuestos, y muchos los que debiendo hacerlo han mantenido íntegra su virginidad impositiva. Es necesario también quitar la extrema complicación que muestra el sistema impositivo mexicano, lleno de misceláneas que hacen de ese sistema un enredado laberinto en el cual se pierden hasta quienes lo hacen. Y otra cosa: seguiremos pagando nuestros impuestos de muy mala gana mientras el dinero que se recauda siga sirviendo para engordar a una casta política -tantos partidos; tantos diputados y senadores; tan grande estructura burocrática- a la cual va a parar nuestro trabajo... Un guapo vendedor llamado Chamarilo llegó a la remota casa donde vivía don Geronte, maduro granjero, con su esposa Pompilia, mujer joven y guapa. Le abrió la puerta ella, y le informó que su marido no estaba en casa. "Y retírese, por favor -le dijo luego-. Mi marido es muy celoso. Me tiene ordenado que chifle cuando un hombre llega a la granja, para venir él a despedirlo". "Pero, señora -aduce el vendedor-. Lo único que quiero es enseñarle a usted mi mercancía: peinetas, listones..." "No puedo -repite Pompilia-. Sobre la Biblia le prometí a mi esposo que chiflaría". "Señora -dice entonces el vendedor-. Seré sincero. Desde que la vi me atrajo usted mucho. Si su esposo no está podemos pasar un agradable rato. Lo único que tiene usted que hacer es no chiflar". Después de pensar un poco responde Pompilia: "No puedo faltar a mi juramento. A menos, claro, que chiflar me sea imposible. Dígame: además de los listones y peinetas, ¿no trae también pinole?”... Dulcilí no quería pasar apuros económicos, de modo que le dijo a su novio Vehementino que no se casarían sino hasta que él juntara 100 mil pesos. Una noche los besos, abrazos y caricias estuvieron más encendidos que de costumbre. "¡Casémonos ya, Dulcilí! -prorrumpe Vehementino-. ¡No puedo aguantar más!". "¿Cuánto has juntado? -contesta respirando agitadamente Dulcilí. "300 pesos" -responde Vehementino acezando también. "Casémonos entonces -acepta la muchacha-. Ya no te falta tanto"... FIN.