De pronto la vida se detiene y te hace un cariñito, como la madre al niño o el amo a su cachorro. Quedas ungido con el santo óleo de la bondad humana, y eso es como una brisa en el camino, y puedes luego retomar el paso con alegría renovada. Eso me sucedió hace días, por eso traigo una sonrisa de alma. Sucede que hay una revista de mucha calidad que se llama “Empresarialmente”. La dirige Adrián Arévalo. Trata temas de energía, transporte y negocios, y es de lectura obligada para quienes trabajan en esos importantes campos. Sus colaboradores son todos de la más alta calidad. Pues bien: en su último número la revista trae un artículo de esa adorable señora que es Gaby Vargas, cuyo talento sólo es equiparable a su belleza y su bondad. Ese texto se llama “Risa y buen humor”. En él dice Gaby lo siguiente: “... Cuando reímos con frecuencia y tenemos una visión positiva, el cerebro segrega dos importantes hormonas -encefalonas y endorfinas- que además de que reducen el dolor, la tensión y la depresión, son las causantes de que despidamos una especie de aroma mental tan armonioso, agradable y atractivo para los demás que se traduce en paz interior y buenas relaciones con quienes nos rodean. Esto no sólo nos hace sentirnos bien, sino además agrega salud y verdaderos valores a nuestra vida...”. La Biblia, digo yo. En seguida Gaby propone una especie de decálogo para aprender el arte de la alegría y el buen humor: “1-. Ríase de usted mismo, a solas o en presencia de los demás. 2-. Júntese con personas que tienen facilidad para encontrarle lo positivo o divertido a las situaciones. 3-. Ábrale la puerta a su niño interior. 4-. Cuente chistes. Compártalos con sus amigos y familia. 5-. Libérese de su crítico interior. 6-. Vea programas de tele, videos y películas chistosas, y dispóngase a reír. 7-. Haga una lista de las cosas que lo hacen feliz. 8-. Sea ligero con usted mismo y serio con su trabajo. 9-. Libere su mente del miedo al ridículo. Y 10-. Lea libros humorísticos, y a Catón, todos los días, en el periódico”. ¡Cómo me alegra que alguien como Gaby Vargas, que lleva en sí la verdadera alegría de vivir, me considere parte de la alegría de los demás! Eso es para mí una condecoración. Cada día Gaby enriquece con su vida la vida de cientos de miles de personas. Esta vez su riqueza me ha enriquecido a mí. Por tantas gracias, muchas gracias... Doña Macalota cuidaba mucho su salud. Leyó acerca de las frutas, verduras y legumbres que se cultivan orgánicamente, y en adelante ya no quiso comer de otras. Cierto día envió a su marido a hacer las compras en el súper, y le pidió encarecidamente que todos los vegetales que comprara fueran de cultivo orgánico. Conforme a esa instrucción el señor le dijo al encargado del departamento de frutas y verduras: “Estos vegetales que llevo son para mi esposa. ¿Han sido rociados con algún veneno?”. Responde el individuo: “No, señor. Tendrá que rociarlos usted mismo”... Viene ahora un cuento reprobado tanto por la moral como por las buenas costumbres... Aquel sujeto llegaba todos los días al pequeño restorán, y después de estudiar largamente el menú pedía siempre lo mismo: huevos con jamón. Uno de esos días, por broma, la mesera rascó con sus uñas la línea del menú donde venía ese platillo. Quería ver cómo reaccionaba el individuo. Llegó éste y, como hacía siempre, pidió el menú. Se desconcertó al no ver ahí su platillo favorito. La mesera le dice, sonriente: “Rasqué lo que a usted más le gusta”. Replica el individuo: “Entonces lávese las manos y tráigame unos huevos con jamón”... (No le entendí)... FIN.