Un señor les dice a sus amigos: “Mi hijo quiere ser proctólogo, pero yo le digo que estudie mejor para odontólogo”. “¿Por qué?” -le preguntan. Explica el señor: “Porque el odontólogo tiene 32 puntos para trabajar, y el proctólogo solamente uno”... Rosilita corrió hacia su abuela cuando la señora llegó a su casa de visita. “¡Abue, abue! -le dice ansiosamente-. ¡Enséñame tu serpiente!”. “¿Cuál serpiente, hijita?” -se sorprende la señora. Responde la pequeña: “¡Esa que tienes! Cuando mi papi supo que ibas a venir le dijo a mi mami: ‘Me voy a la calle. No puedo soportar a la víbora de tu mamá’”... Don Algón necesitaba una nueva secretaria, y entrevistó a una de la cual le habían hablado muy bien. “Dígame, señorita Rosibel -le pregunta-. Si le ofrezco cinco mil pesos a la semana ¿me dirá que sí?”. Contesta de inmediato Rosibel: “Don Algón: por ese sueldo le diré que sí dos veces a la semana”... Dos altos lores ingleses estaban charlando en su elegante club. Dice uno: “Creo que mi esposa se propone regalarme un caballo en mi cumpleaños. Ayer encontré una silla de montar abajo de la cama”. “¡Ah! -exclama el otro muy contento-. ¡Entonces la mía me va a regalar un automóvil! ¡Yo encontré debajo de la cama a un chofer!”... Por cada uno de esos patéticos especímenes que a México dañan con su violencia y sus ilegalidades hay mil mexicanos que cada día trabajan para ganar honradamente el pan. Nuestro pueblo -el verdadero pueblo, no el de los políticos ni el de los “luchadores sociales”- está formado por gente noble que tiene en su trabajo y su familia los mejores motivos para esforzarse cada día. Yo conozco ese México, el de mujeres y hombres anónimos que ni siquiera se dan cuenta de su heroísmo cotidiano, que es heroísmo de bien. Estamos llenos de malandrines, eso es cierto. Nuestra vida pública deja mucho que desear, y también hay criminales que buscan dinero fácil sin detenerse en los medios para conseguirlo. Pero por encima de esa maldad están la vida y el quehacer constante de millones de mexicanos buenos. Al final ellos prevalecerán. Quizá esto suene a discursería hueca, pero en el fondo es un sencillo acto de fe en la naturaleza humana, y de confianza en esos mexicanos que al buscar rectamente el bien de su familia ayudan a conseguir el bien de México... Cierta señora recibió una pequeña herencia, y con ella construyó un local comercial con dos oficinas, una que daba al frente de la calle y otro a la parte de atrás. Su marido tenía una tiendita, y se iba a mudar al local de la parte posterior. El del frente se rentaría. Así, la señora puso un letrero en el aparador. Se presentó un señor: “Señora -le dice-, entiendo que renta usted la parte de adelante”. “Efectivamente -contesta ella-. Lo de adelante lo alquilo”. Inquiere el caballero: “¿Y por qué no renta también lo de atrás?”. “No -responde la señora-. Eso es nada más para mi marido”... Le pregunta el juez a la demandante: “¿Cuál es la causa por la cual quiere usted divorciarse de su esposo?”. “Me da pena decirlo -responde ella- Permítame su pluma, para escribírselo”. El juez probó la pluma antes de dársela, pero sin resultado. “No funciona” -dice el juez. Y manifiesta la señora: “Por eso”... Llegó el marino a su casa después de un año de navegar por el océano. Le dice a su mujer: “Prepárate, Liriola, para una acción intensa, pues en todos estos meses no he tenido contacto con mujer”. En efecto, los urentes ímpetus del nauta hicieron que el lecho conyugal se sacudiera y golpeara violentamente la pared. Del otro lado del muro se escucha una irritada voz: “¡Carajo, ya párenle! ¡Todos los días lo mismo!”... FIN.