Libidiano les hacía a sus amigos el relato de su última aventura erótica. "Estaba con una mujer casada -les cuenta-, cuando llegó el marido. Salté por la ventana y eché a correr. El tipo me disparó un balazo. La bala me pasó tan cerca que la oí silbar”. Le pregunta uno: "¿De veras la oíste silbar?”. "Y dos veces -asegura Libidiano-. Una cuando la bala me pasó a mí, y otra cuando yo pasé a la bala”... ¿Ninguna autoridad podrá frenar la voracidad de los talamontes? En todas partes del país las selvas y los bosques son objeto de constante destrucción; la ambición de unos pocos atenta contra el bien todos. Yo digo que en cada árbol debería ponerse un pequeño letrero que dijera: "Patrimonio de la Humanidad". Frente a la amenaza del sobrecalentamiento del planeta los árboles son una defensa natural que nada puede sustituir. Y sin embargo estamos acabando con ellos. México es uno de los países en que el árbol tiene mayores enemigos. En los Estados Unidos, por ejemplo, donde se usa la madera mil veces más que aquí, hay más árboles hoy que los que había hace 50 años, ó 100. Y es que en Norteamérica ese recurso natural es racionalmente aprovechado, y por cada árbol que se corta se plantan muchos más. En México, en cambio, no hay aprovechamiento: hay depredación. Allá los árboles se hallan en vías de extensión; acá se encuentran en vías de extinción. No pasará mucho tiempo sin que nuestro país quede convertido en un páramo, un erial. Estamos acabando con las selvas y los bosques. Es decir, estamos acabando con la vida... Una señora de cabello negro se compró una peluca rubia, se hizo maquillar profusamente y se compró un vestido nuevo. Así transformada esperó a su marido a la salida del trabajo. Cuando el hombre apareció la esposa lo abordó y le dijo, traviesa: "¡Hola, guapo! ¿Te gusto?”. Responde el sujeto apartándose precipitadamente: "Para nada. Te pareces demasiado a mi mujer”... Babalucas andaba excedido de kilos. Fue con un médico, y éste le recomendó un ejercicio muy raro pero -le dijo- absolutamente efectivo: debería conseguirse un aro de ésos con los que antes jugaban los niños y rodarlo todos los días de la casa al trabajo y viceversa. Con eso, le aseguró, volvería a su peso normal en un par de semanas. Babalucas siguió al pie de la letra las indicaciones. Logró hallar uno de aquellos aros, y todos los días se lo llevaba rodando hasta el edificio en donde estaba su oficina. Ahí lo dejaba encargado con el guardia del estacionamiento; al salir lo recogía y se iba a su casa rodando el aro otra vez. Cierto día al terminar la jornada fue al estacionamiento por su aro. Sorpresa: había desaparecido. Tanto él como el encargado del estacionamiento lo buscaron inútilmente. "No sé cómo se pudo perder su aro, don Babalucas -dice muy apenado el muchacho-. Me siento responsable. Dígame cuánto le costó y se lo pago”. "¡Se lo pago, se lo pago! -replica furioso Babalucas-. ¡Eso es lo de menos! ¿Cómo me voy a ir ahora a mi casa?”... El reverendo Gantry era pastor de una iglesia fundamentalista. Un muchacho le pregunta: "¿Permiten ustedes la bebida?". Contesta el reverendo: "No". "¿Permiten el baile?". "¡No! -exclama con alarma el predicador-. ¡El baile es una abominación terrible!". Pregunta el muchacho: "¿Permiten el sexo?". "Sólo entre casados" -acota el pastor. "Y al hacer el sexo -quiere saber el joven- ¿permiten ustedes varias posiciones, o sólo la del misionero?". "¿A cuáles posiciones se refiere usted?" -pregunta receloso el predicador. "Por ejemplo -cita el joven-, hacer el amor de pie". "¡Ésa no! -se asusta el reverendo-. ¡De ahí a bailar no hay más que un paso!"... FIN.