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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El elevadorista hizo bajar el ascensor a toda velocidad, y luego aplicó el freno de repente, de modo que el elevador se detuvo con la misma violencia que si hubiera golpeado el piso. Pregunta el tipo a la señora que iba ahí: “¿Me detuve con demasiada brusquedad?”. “No, -responde la dama fríamente-. Siempre acostumbro llevar los calzones en los tobillos”... Babalucas fue por primera vez a una corrida de toros, con un amigo. El matador hizo una buena faena, y la gente comenzó a gritar: “¡Vuelta al ruedo! ¡Que le dé una vuelta al ruedo!”. “Oye, tú -le sugiere Babalucas a su amigo-. Gritemos nosotros también. Si ése le da la vuelta al ruedo quedaremos del lado de la sombra”... Se estaba construyendo el campanario de la iglesia. Un pobre albañil cayó del andamio y perdió la vida. El señor cura fue a dar la infausta noticia a la esposa del desventurado. “Hija mía -le dice-. Tu marido cayó de lo alto de la torre, y ya está en el Cielo”. Responde sin mucho pesar la viuda: “Pos sólo que haya llegado de rebote, padrecito, porque, la verdad, era rete caón”... Dice el Eclesiastés -y dice bien- que no hay nada nuevo bajo el sol. Algunos piensan que en cosas de sexualidad todo tiempo pasado fue mejor, pero lo cierto es que en ese departamento, como en cualquiera otro, todo tiempo pasado fue igual. Cuando navego por el Mar Amarillo de los papeles de Historia encuentro con frecuencia cosas de interés. He aquí una de ellas. Era presidente de la República don Porfirio Díaz. Se celebraba un baile en casa de una señora de la alta sociedad. Don Porfirio fue presentado a una hermosa mujer a la que saludó besándole la mano. Hubo risitas disimuladas entre los asistentes, y no pasó mucho rato sin que don Porfirio, ceñudo, supiera el motivo de esas risas: la tal mujer no era mujer: era un agregado de la embajada alemana, gay, para decirlo con palabra actual. El general Díaz no toleró tal falta de respeto a la investidura del Presidente de México. Esa misma noche el muchacho desapareció, y jamás volvió a saberse nada de él. La embajada no juzgó conveniente hacer ninguna averiguación. Quienes hablan con escándalo de los usos sexuales de estos tiempos deben tener presente que no hay nada nuevo bajo el sol. (Y tampoco bajo la luna)... Un señor se ruborizó dos veces en su vida, y una señora cuatro. El señor se ruborizó la primera vez que no pudo la segunda vez y la segunda vez que no pudo la primera vez. La señora se ruborizó cuatro veces: la primera vez que lo hizo; la primera vez que no lo hizo con su marido; la primera vez que cobró por hacerlo y la primera vez que tuvo que pagar por hacerlo... Le dice el médico a su paciente, un argentino: “Fuma usted demasiado, señor Narcísez. En adelante fume solamente un cigarrillo después de hacer el amor”. “¡Cómo, che pibe! -protesta el porteño con enojo-. ¿Nada más una cajetilla diaria?”... En el salón de Pepito el maestro les pregunta a los niños: “¿Cuáles son los pajaritos que vuelan más alto?”. Pepito levanta la mano de inmediato, y la agita para llamar la atención del profesor. El maestro, que muchas veces había tenido que escuchar las sandeces del chiquillo, decidió ignorarlo, y le dio la palabra a otro niño. “¡Las golondrinas!” -dice éste. Pepito seguía pidiendo la palabra. “¡Las chuparrosas!” -propone una niñita. “¡Los halcones!” -dice otro pequeño. Por fin el maestro no pudo evitar ya darle intervención a Pepito. Con un suspiro de resignación le dice: “A ver, Pepito, dinos tú: ¿cuáles son los pajaritos que vuelan más alto?”. Responde el chiquillo: “¡Los de los astronautas!”... FIN.

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