Aquella chica y su novio adelantaron el goce del amoroso deliquio, y ella quedó en estado de buena esperanza. El muchacho le cumplió la palabra dada, y se casaron. Transcurrieron 30 años de esto, y la pareja fue a pasar una segunda luna de miel en una casa de playa, esta vez en compañía de amigos y familiares. La primera noche él se metió en la cama y de inmediato apagó la luz para dormir. Ella empezó a gritar a voz en cuello, con tono de pasión erótica que se oyó en toda la casa: "¡Papacito! ¡Eres un tigre! ¡Eres el mejor amante del mundo! ¡Me estás volviendo loca de placer! ¡Me estás matando! ¡A tu edad, y todavía eres insaciable!". "¿Qué te pasa?" -pregunta él, sorprendido. Responde la señora en voz baja: "Hace 30 años tú salvaste mi honor. Ahora yo estoy salvando el tuyo"... A veces me pregunto si los humanos somos pesimistas por naturaleza. Por naturaleza no puede ser, pues la Naturaleza es optimista por naturaleza: es la vida, y la vida siempre acaba por triunfar. Pero por angas o mangas somos pesimistas. A lo mejor nada más por joder, si se me permite esa ática expresión. Allá de vez en cuando surge un optimista, como Rousseau, y todos lo tildan de nigaud, que es una de las muchas formas que los franceses tienen de decir "pendejo". Alguien ha dicho que un pesimista es un optimista bien informado. Eso no es cierto. Un pesimista es siempre un pesimista mal informado. A fin de cuentas, y contra mil evidencias en contrario, todo tiempo futuro es mejor. Eso la gente común lo sabe con mejor sabiduría que la de los sabios. He aquí un dato entre los muchos que cimentan mi optimismo: la revista con más lectores en el mundo no es una de esas sombrías revistas que señalan lo malo de la gente; ni alguna de esas frívolas publicaciones que a fuerza de ser de élite son de cursilería. La revista más leída del planeta es el Reader´s Digest -"Selecciones", en México-, una publicación que tiene fe en el hombre y en su capacidad para vencer el infortunio y mejorar su vida y la de los demás a través de la práctica del bien. Es cierto: hay en nosotros genes de malignidad que en estos momentos -no lo dudo- me han de estar dirigiendo miradas de rencor por lo que digo. Sin embargo por cada ente malvado hay innumerables mujeres y hombres que cada día, silenciosamente, hacen con su trabajo diario y con sus buenas obras que el mundo sea mejor. Esa es la raíz de mi optimismo. Por eso me inquieta un pensamiento. Siempre decimos: "No hay felicidad completa". Y eso es cierto. Pero ¿por qué no decimos también: "No hay infelicidad completa"?.. Un muchacho y una muchacha se estaban casando. Los dos eran sordomudos, y el padre Arsilio, que oficiaba los desposorios, se valía de señas para interrogarlos. "Tú -dice dirigiéndose por señas a la chica- ¿tomas por esposo a este hombre?". Y señaló al novio. Ella, moviendo la cabeza, dio su asentimiento. "Y tú -se dirige el padrecito al joven- ¿tomas por esposa a esta mujer?". Con expresivas señas el sordomudo expresó su aceptación. Se vuelve el padre Arsilio para pedir los anillos de boda, pero nadie los traía. A fin de preguntarles a los novios dónde estaban los anillos, el padre Arsilio formó un círculo con los dedos índice y pulgar de la mano izquierda, y luego hizo pasar el índice de la derecha a través del figurado anillo, al tiempo que con un gesto de interrogación se dirigía al novio. Y hace el mudito: "¡Uhhh!", con el tono y el ademán del que indica que algo sucedió desde hace mucho tiempo... (No le entendí)... FIN.