Empieza la columneja de hoy con un chiste que no entendí... Afrodisio, galán concupiscente, abraza impetuoso a Rosilí y le murmura al oído en urticante arrebato de pasión: “¡Me vuelves loco de deseo, Rosilí!”. Ella baja la mirada. “¿Te ofendieron acaso mis palabras?” -pregunta Afrodisio lleno de compunción. Responde ella: “No. Quise ver si es cierto que estás loco de deseo”... (No le entendí. Tampoco entendí las palabras “urticante” y “compunción”)... En el Cielo le dijo el Señor a San Pedro: “Quiero ofrecer un ambigú a todos los justos que merecieron la bienaventuranza por haber cumplido mis santos mandamientos. A los que nunca faltaron al primero les preparas un sándwich de pavo. A los que observaron el segundo les das un sándwich de salmón. A los que obedecieron el tercero les haces un sándwich de pechuga de faisán. A los que cumplieron el cuarto les ofreces un sándwich de pato a la naranja. A los que no violaron el quinto mandamiento les tendrás dispuesto un sándwich de trufas. A los que se apegaron al séptimo les brindarás un sándwich de muslos de perdiz. A los que acataron el octavo les darás un sándwich de lechón de jabalí. Y a los que no contravinieron el décimo mandamiento les ofreces un sándwich de arenque ahumado”. “Señor -acota San Pedro-. Omitiste mencionar el sexto mandamiento, ‘No fornicar’, y el noveno, ‘No desearás la mujer de tu prójimo”‘. “Los dejé al final -responde el Señor-, porque ésos son los más difíciles de cumplir. A quienes hayan observado esos dos mandamientos les harás el mejor sandwich: uno de paté de foie gras con setas, crema de Besébois, aletas de hipocampo y caviar. Ese será el sandwich para los que están en el Cielo por no haber caído en ninguna de las tentaciones de la carne”. “¡Ah, no! -protesta San Pedro-. ¡No me voy a meter en el lío de preparar un sándwich de paté de foie gras con setas, crema de Besébois, aletas de hipocampo y caviar nada más para una persona”... Yo no soy un intelectual. Estoy seguro de que no tengo las cualidades que se necesitan para serlo, y quiero pensar que carezco de los defectos propios de esa condición. Entiendo, sin embargo, que una de las notas características del intelectual es la de ser liberal en el más lato sentido de ese término, aplicable a quien es partidario de la libertad y ejercita las virtudes que de la libertad derivan: tolerancia; respeto al derecho y opinión de los demás; capacidad para juzgar con rectitud las cosas; apartamiento de todo dogmatismo. No encuentro tales atributos en algunos de los intelectuales que han sido o siguen siendo partidarios de López Obrador. Han hecho de él una especie de jefe religioso cuyos dogmas no pueden ser objeto de discusión o examen y cuyos dictados son inapelables. Con eso han abdicado de su condición de críticos y se han convertido en propagandistas. Han renunciado a su libertad de pensamiento para seguir las consignas del Profeta y confirmar sus mitos. Dicho de otra manera: han dejado de ser intelectuales para convertirse en creyentes. Lo suyo ya no es la política, o el periodismo, o la crítica, sino la religión. Y su religión es feroz e implacable: les impide hacer la más leve crítica al Caudillo, por temor a ser excomulgados y tildados de traidores a la única verdadera fe. Al perder su libertad han perdido su condición de intelectuales. Se han perdido a sí mismos. En todos los sentidos de la expresión, están perdidos... La señora fue a la oficina de su marido y vio la gráfica de los negocios, cuya línea iba hacia abajo. “¡Mira! -dice la mujer-. ¡Esta misma gráfica podrías ponerla en la recámara!”... FIN.