Aquel granjero tenía un establo de vacas. Su esposa fue con el abogado del pueblo y le dijo que quería divorciarse de su marido. “¿Por qué?” -pregunta el licenciado. “Porque es un maniático sexual -se queja la señora-. No sabe contener su deseo carnal, ni pone freno a su lujuria. Ayer por la mañana estaba yo viendo los pollos. Llegó él por atrás y sin más ni más me poseyó ahí mismo”. “¿Dice usted que estaba viendo los pollos? -pregunta el abogado-. Entiendo que la granja de ustedes es de vacas, no de pollos”. Aclara la mujer, mohína: “Estábamos en el supermercado”... Como de costumbre, Empédocles Etílez llegó borracho a su casa aquella noche. Su mujer lo esperaba con las maletas hechas. Estaba harta de sus continuas embriagueces, le dijo terminante. Se iba; lo dejaba para siempre. “¡Por favor, Sufricia! -se echó a llorar Empédocles-. ¡Dame otra oportunidad! ¡Te juro por Dios que jamás volveré a llegar borracho!”. Ella se conmovió al ver el desgarrado llanto de su esposo. “Está bien -accedió con solemnidad-. Pero si vuelves a llegar borracho ¿qué te hago?”. Responde sin vacilar el temulento: “Chilaquiles”... La linda y exuberante maestra de piano le dice a Pepito: “Has terminado el Beyer. Diles a tus papás que te busquen otra maestra, pues yo ya no tengo nada qué enseñarte”. Responde Pepito: “Si me permite usted hacerle algunas sugerencias...”... Pocos países de la Tierra han encontrado la forma de dar a sus habitantes al mismo tiempo justicia y libertad. Se diría que no se pueden tener los dos bienes a un tiempo. Los sistemas socialistas, especialmente los del comunismo, daban a los hombres igualdad aparente a cambio de aniquilarles toda posibilidad de ser libres. Los países capitalistas, en cambio, garantizan un ejercicio casi irrestricto de la libertad, pero con eso dan lugar a veces a grandes desigualdades sociales. Pues bien: todo indica que los mexicanos anteponemos la libertad a la igualdad. Es decir, preferimos estar en disposición de buscar por nosotros mismos mejores condiciones de vida en vez de dejar que un Estado paternalista nos dé eso a cambio del sacrificio de la libertad. Ese apego de los mexicanos a su libertad individual es un dato sicológico importante que debe ser considerado por quienes todavía piensan que un régimen autoritario, de mano dura, o un gobierno caudillista pueden resolver nuestros problemas... Aquel cowboy estaba en amoroso trance con su amiguita, en la casa de ella. “¿Verdad, Shanio -pregunta de pronto la mujer-, que siempre has dicho que quieres morir con las botas puestas?”. “Efectivamente, Louise Mae -responde el vaquero con orgullo-. Me gustaría morir con las botas puestas”. “-Pues póntelas ya -sugiere ella-. Está entrando en la casa mi marido”... Le cuenta una muchacha a otra: “Mi mamá tiene ideas muy extrañas en lo relativo al sexo. Me deja salir con mi novio, y me autoriza a darle ciertas libertades, pero a condición de que no le permita que me haga nada de la cintura para abajo”. Pregunta la amiga: “¿Qué opina de eso tu novio?”. Responde la muchacha: “Me está enseñando a pararme de cabeza”... Babalucas tenía calentura. Su amigo Avicenio, médico, le recetó un supositorio. Al día siguiente le pregunta si le había hecho bien la medicina. “Bastante -responde Babalucas-. Me tomé el supositorio con medio vaso de agua, y me hizo buen efecto”. “¡Pero qué hiciste, reverejo pendendo! -exclama estupefacto el médico-. ¡El supositorio no es para tomarse!”. “¿Y luego qué querías que hiciera con él? -se enoja Babalucas-. ¿Que me lo metiera en el c...?”... FIN.