Pepito le pregunta a su mamá: “Mami: ¿verdad que tú me has dicho que los niños los trae la cigüeña?”. “Sí, hijito, -dice la señora-. Eso te he dicho”. “¿Estás segura -vuelve a preguntar Pepito- de que a los niños los trae la cigüeña?”. “Sí, hijito -replica sonriendo la señora-. Estoy absolutamente segura de que a los niños los trae la cigüeña”. Le pide Pepito: “Entonces ve a convencer a la mamá de Rosilita. Nos encontró jugando al papá y a la mamá”... Dos rancheritos iban por el camino cuando sobre ellos pasó un helicóptero. “¡Mira! -exclama uno de ellos-. ¡Una helicóptera!”. “Es ‘helicóptero”‘ -lo corrige el otro. “¡Caray! -dice el primero con admiración-. ¡Qué buena vista tienes!”. “No -replica el otro señalando el tren de aterrizaje de la nave-. Lo que pasa es que se le ven los éstos”... “Mami -le avisa por teléfono la secretaria de don Algón a su mamá-. Voy a llegar tarde a la casa. Ayer cometí un error, y mi jefe quiere que lo cometa otra vez”... Lady Highrump les cuenta a sus amigas: “Para cazar el ciervo, mi marido imita el bramido de la cierva en celo, y cuando el macho se acerca, dispara”. “¿Cuántos ciervos ha cazado así?’ -pregunta una señora. “Ninguno -responde lady Highrump-. Y entiendo que renunciará a esas cacerías. Ya van ocho ciervos que abusan de él”... Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, estaba en su casa cuando sonó el teléfono. Descolgó Capronio la bocina, y ni siquiera alcanzó a contestar cuando escuchó una voz de hombre: “Vieja: hoy llegaré tarde a la casa, de modo que no me esperes”. Evidentemente aquélla era una llamada equivocada. Entonces dice Capronio con maquiavélica sonrisa: “No te apures, amigo. Ven a la hora que quieras. Aquí tu señora y yo la estamos pasando muy bien!”. Y tras decir eso colgó la bocina al tiempo que profería una siniestra carcajada... Una chica le dice a su amiga: “Me cae mal Rosilí. La odio”. “¿Por qué?” -pregunta la otra. Explica con enojo la muchacha: “Le conté un secreto mío; le dije que por ningún motivo se lo fuera a contar a nadie, ¡y la muy idiota a nadie se lo ha contado!”... El siquiatra había agotado todos los recursos de su ciencia, y no había conseguido quitarle a aquel pobre individuo la idea de que era don Benito Juárez. Por fin, sin saber ya qué hacer, se le ocurrió una idea. Oyó decir que en el manicomio de la ciudad había otro loco que también se creía don Benito Juárez. Llevó a su paciente al manicomio, e hizo que lo encerraran un día y una noche con el orate aquél. A la mañana siguiente fue a buscarlo. “Doctor -le dice el paciente muy serio-. He salido de mi error. Durante mucho tiempo creí que era yo don Benito Juárez, pero después de pasar la noche con ese hombre veo que estaba equivocado. No soy Benito Juárez”. “¡Magnífico! -se alegra el siquiatra-. Dígame entonces: ¿quién es usted?”. El otro entorna los ojos y responde: “Soy doña Margarita Maza de Juárez, para servir a usted”... El médico del hospital llamó por teléfono al yerno de la paciente. “Quiero informarle -le dice- que su señora suegra entró en estado de coma”. “Gracias, doctor -responde el tipo-. Llámeme de nuevo cuando entre en estado de punto final”... El alambrista callejero puso dos postes, y entre los dos tendió una cuerda para hacer sus acrobacias de funámbulo. Estaba en equilibrio sobre la cuerda cuando un chiquillo empezó a moverle uno de los soportes. “Niño -le dice el alambrista-. No me molestes en mi trabajo. Yo no le muevo la cama a tu mamá cuando ella está en el suyo”... Una astróloga le preguntó a Rosibel: “¿Bajo qué signo hiciste el amor por primera vez?”. Responde ella: “Bajo uno que decía: ‘No pise el césped’“... FIN.