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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Planicia estaba comprando un brassiére. “¿Para qué lo compras? -le dice con voz de burla su marido-. Tienes un busto insignificante”. Responde ella: “Tú también compras calzones, ¿no?”... En el cementerio de un pueblo cuyos habitantes son todos aficionados al beisbol hay una tumba con la siguiente lápida: “Aquí yace Himenia Célibez / entre coronas de flores. / Nació virgen, murió virgen... / Cero carreras, cero hits, cero errores”... Babalucas le dice a su novia Pirulina: “Entonces vendré por ti el domingo para ir al día de campo”. Pregunta ella: “¿Y si llueve?”. Contesta Babalucas: “Si llueve el domingo, entonces vendré por ti el sábado”... Los hijos de familia tenían fiesta en casa. Había chicas, música fuerte, baile en grande, licor, gritos y risas estruendosas. En eso llegó el abuelito, que iba de visita y no sabía de la reunión. Le pregunta muy orgulloso uno de sus nietos: “¿Habías visto algo como esto, abuelito?”. “Nada más una vez, hijo -responde el anciano-. Y no por mucho rato, pues en eso llegó la policía y clausuró el congal”... Mis amigos se burlan de mi desatentada afición a comprar toda clase de libros. Dicen que soy capaz, si está a buen precio, de adquirir “Las fanerógamas de Australia”. Yo me atengo a la sentencia cervantina: no hay libro, por malo que sea, que no tenga algo bueno. Y no compro libros malos. Compro, sí -lo reconozco-, libros raros. En ellos encuentro cosas peregrinas, interesantes y curiosas, como ésta: en un recetario de cocina hallé una anécdota para la historia del arte. Relata Mrs. David, autora de “Mediterranean Food”, clásico de la literatura culinaria, que Heléne, la cocinera de Gertrude Stein, detestaba a Matisse, pues el pintor nunca le alababa los platillos que ella servía. En cierta ocasión la escritora le dijo a Heléne que el artista se quedaría a cenar. “En ese caso no haré un omelette -anunció con altivez la cocinera-. Serviré huevos revueltos. Los ingredientes son los mismos, pero el platillo muestra menos consideración, y él entenderá”. ¿Habría imaginado alguien que en un libro de cocina se hallaría la historia del enfrentamiento entre dos artistas?... Nalguiria jamás había ido a un partido de tenis, pero un amigo suyo la invitó a ver un juego. Extrañado, el amigo observó que en el curso del encuentro Nalguiria se sentaba ya inclinando el cuerpo hacia la derecha, ya inclinándolo hacia la izquierda. Le pregunta: “¿Por qué cambias de posición una y otra vez?”. Responde ella señalando a donde estaba el juez: “¿No oyes a ese señor? Cada rato dice: ‘Cambio de bola’”... La tempestad era furiosa. Parecía que el barco iba a zozobrar. Un sacerdote que estaba entre los pasajeros se dirige al capitán y le pregunta: “Dígame, capitán: ¿es muy grave el peligro?”. “Padre -responde el marino con gran solemnidad-. Estamos en las manos de Dios”. “¡Caramba! -se consterna el señor cura-. ¿Tan mal así está la cosa?”... Una señora le dice a sus amigas: “Mi marido está enfermo del mal de criadillas”. “¿Por qué? -pregunta una-. ¿Las comió y le hicieron daño?”. “No -explica la señora-. Es reteflojo”... FIN.

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