Esta columnejilla empieza hoy en modo deplorable: con la narración de “El chiste más machista en lo que va del año”. Helo aquí... Aquel señor acudió a la consulta de un especialista en problemas de la sexualidad. “Doctor -le dijo con angustia-. Por más esfuerzos que hago no consigo ponerme en aptitud de hacerle el amor a mi mujer”. Luego de examinarlo le pidió el galeno: “Traiga mañana a su esposa”. Al día siguiente, en efecto, el apurado señor se presentó con su consorte. El facultativo hizo pasar a la señora a su privado y ahí le dijo que se desvistiera. La recorrió con la mirada por todos lados, y luego le solicitó que se acostara en la camilla y se pusiera en actitud de realizar el acto de la coición. La miró y remiró otra vez, y en seguida fue con el marido. “Usted está perfectamente bien -le informó-. El problema radica en su señora. Tampoco a mí me puso en aptitud de hacerle el amor”... Ahora sigue “El chiste más feminista en lo que del año va”... Una señora le comenta a su amiga: “En lo que se refiere a nuestra relación sexual mi marido la hace de perrito”. “¿Cómo?” -pregunta muy interesada la otra. Explica la señora: “Cuando le pido amor se da la vuelta y hace el muertito”... Salió de vacaciones doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, y el señor Calvínez, director de la Liga de la Decencia, fue al Retiro Anual para Predicadores, en Las Vegas. Aprovecharemos esa venturosa circunstancia para sacar aquí el cuento conocido con el nombre de “La receta”. El grado de sicalipsis de un relato se mide en la escala del 1 al 10. Este chiste tiene 11. Aparecerá aquí el próximo viernes. No dejen mis cuatro lectores de leerlo... Quien esto escribe tiene una cualidad que le permite disfrutar de todas las bellas artes: no sabe nada de ninguna de ellas. Quien sabe mucho de un arte no puede disfrutarlo ya, pues la actitud del puro goce -del goce puro- da paso a la postura crítica, y eso equivale a la diferencia que hay entre acariciar a una mujer y hacerle la autopsia. Entre las artes de las cuales ignoro todo está la arquitectura, esa música petrificada. No puedo opinar, por tanto, acerca del enorme edificio de 300 metros de altura que se planea construir en la Ciudad de México. Expreso, sí, mi preocupación de lego por la construcción de un edificio así en suelo como el del Distrito Federal, sujeto a hundimientos por la continua extracción del agua del subsuelo, y además expuesto a la contingencia de los terremotos, por estar la capital del país en zona sísmica. Dijo una vez Frank Lloyd Wright: “Lo único malo de la arquitectura son los arquitectos”. Ojalá el deseo de grandeza de un arquitecto no lo lleve a olvidar que a más de la estética un constructor debe cuidar también la ética. Una edificación ha de ser bella, sí, pero igualmente ha de ser útil y adecuarse a las necesidades reales de una comunidad determinada. Lo demás es orgullo, como el que llevó a hacer la torre de Babel... Esperen un momento. Esa última frase me provocó un estremecimiento desde la vértebra cervical a la coccígea. Es menester que me reponga antes de proseguir con la escritura... Me siento ya mejor, y puedo narrar un último chascarrillo. Gracias... El perro estaba roncando mucho, y la señora llamó al veterinario. Éste le dijo que si le ponía al perro un listón azul en cierta parte el animal dejaría de roncar. Así lo hizo la señora y, en efecto, cesaron los ronquidos. El esposo de la señora había llegado ebrio. Dormía profundamente, y estaba también roncando. Ella decidió usar el mismo procedimiento. Le puso a su marido un listón rojo en la cierta parte dicha. Al día siguiente despertó el sujeto, se vio a sí mismo, vio al perro y le dijo: “No sé a dónde fuimos anoche, Firuláis, pero hicimos el uno-dos. Tú sacaste el primer lugar y yo el segundo”... FIN.