Noche de bodas. A las 12 ella le pregunta a él: "¿A qué horas vas?". A las 2 de la mañana le vuelve a preguntar: "¿A qué horas vas?". A las 4 de la mañana le pregunta de nuevo: "¿A qué horas vas?". A las 6 de la mañana le pregunta otra vez: "¿A qué horas vas?". Por fin él dice: "A qué horas voy ¿a qué?". "A quitarte" -responde ella agotada... El doctor Dope, anestesiólogo, formaba parte del equipo de softbol del hospital. El entrenador le pidió que regresara un bate que se había llevado a su casa, y el médico llegó con él al nosocomio. Al pasar por un cuarto cuya puerta estaba abierta alcanzó a oír a una señora que le decía a su marido, a quien ese día iban a operar: "Mira, viejo: ahí va ya tu anestesista"... Jamás los tórculos de los periódicos -vale decir las prensas- han conocido texto tan vitando como el del cuento "La receta". Saldrá a la luz aquí el viernes venidero, y su publicación será una prueba más de la declinación de las costumbres en nuestro tiempo y nuestra sociedad.... La maestra (sic) Gordillo es en México un factor real de poder. Decirlo es decir lo obvio. Su fuerza se finca en una cualidad que imbuye la educación normal: la disciplina. Esa virtud, muy útil en la tarea de los educadores, ha propiciado en el aspecto sindical una actitud de subordinación por parte de los maestros, de falta de libertad que se traduzca en verdadera democracia interna, de ausencia de sentido crítico. Todo eso deviene en sometimiento automático a los dictados de la dirigencia, pronta además en castigar cualquier asomo de disidencia o rebeldía. De ahí deriva el inmenso poder de esta señora, seguramente la mujer que mayor mando tiene en el País, excepción hecha de la mía. Así las cosas, el Presidente Calderón se ha visto obligado a establecer una alianza con la señora Gordillo, alianza que, establecida desde el tiempo en que era candidato a la Presidencia, se evidenció luego en concesiones excesivas. Para afirmar ese dominio que detenta, la Maestra -con mayúscula se ha de escribir su título- saca de cuando en vez las garras, y con declaraciones sonorosas hace demostración de su poder. Calla el de la República ante esas manifestaciones, y la autoridad se empequeñece frente a la prepotencia de la dueña del magisterio nacional. La política, ya se sabe, exige que quien la ejerce coma sapos. Pero el buen político debe manejar racionalmente la irracionalidad. Desde ese punto de vista es comprensible la alianza de Calderón con la dominadora lideresa. Sólo que dicho acuerdo ha de traducirse en bien de la educación, no meramente en fortalecimiento del poder de la señora. Si eso no se consigue -y hasta ahora no hay señales de que se haya conseguido- la tal alianza no será alianza: será complicidad... ¡Qué bárbaro, insensato columnista! ¡Con esa frase vas a cimbrar a la República! Y nadie te ha autorizado a ir por ahí cimbrando repúblicas. Vuelve mejor a tu quehacer usual, el de narrar inanes chascarrillos... En el bar del hotel de playa un tipo bebía en silencio, hosco. Le dice al cantinero: "Estoy tratando de ahogar mis penas". Comenta el barman: "Eso es muy difícil". "Ya lo sé -responde sombríamente el individuo-. Ni siquiera he logrado que mi mujer y mi suegra se acerquen al mar"... La señorita Peripalda llegó corriendo a la sacristía. Despavorida, trémula, agitada, le cuenta al padre Arsilio: "¡Señor cura! ¡Un hombre le está haciendo el amor a una mujer en el confesionario!". El buen sacerdote, impertérrito, pregunta: "El hombre a que te refieres ¿es un tipo alto, moreno, de bigote?". "Así es" -confirma la señorita Peripalda. "Me lo explico -dice el padre Arsilio-. También tiene muy buena suerte en el bingo"... FIN.