Una señora le decía a otra con aire de desolación: "Creo que cometí un error grave al criar a mi hijo. En vez de darle el pecho lo alimenté con botella, y ahora resulta que me salió borracho”. "Anda -la consuela la otra-. No sabe una ni qué hacer. Yo al mío le di de mamar, y ahora resulta que me salió político”. ¡Execrable chascarrillo es ése, columnista, sólo para ser narrado por alguien como tú, falto de toda sindéresis, discernimiento, anagnórisis y racionalidad! ¿Cómo insinúas siquiera, mentecato, que el modo o manera como el infante se allega el alimento que lo nutre puede influir en su futura respuesta ante los estímulos de la realidad? . ¿Profesas acaso la doctrina de lo inexorable, o crees en las dudosas enseñanzas orientales que hablan del destino, de lo fatal, del hado o sino? ¿Fincas tu tesis en la victorhuguiana, romántica ananké? ¿Es tu corifeo, acaso, el pansexualista turiferario de la vienesa escuela, Sigmund Freud? ¡Vade retro, ignaro chupatintas! Está científicamente comprobado que si los más de los políticos mexicanos ven la política como ocasión de medro personal y ejercicio para allegarse poder y fortuna, no es por causa de la alimentación materna, sino porque pertenecen a un sistema de cosas que por desgracia ha dado carta de naturalización a la corrupción, el olvido del interés de la comunidad y la pérdida de valores individuales y sociales sin cuya práctica ningún grupo humano puede llegar a niveles altos de existencia. Así por ejemplo, los partidos políticos serían mejores si sus integrantes aplicaran su ideario y su programa de acción en vez de usar a su partido, como sucede en la inmensa mayoría de los casos, como medio para acercarse a las ubres de una chamba y hacer carrera en el triste manejo de un poder que usan en forma principal para bien de sí mismos, y sólo incidentalmente para bien de los demás. Pero no digo más: estoy muy encaboronado. Dejo de hablar de las cosas que a la política conciernen y paso a tratar otras más leves y de mayor divertimiento... La señorita Peripalda, maestra de catecismo, le pregunta a Rosilita, equivalente femenino de Pepito: “Dime, Rosilita: ¿sabes tú a dónde van las niñas buenas?”. “Sí, señorita Peripalda -responde la pequeña-. Van al Cielo”. “Muy bien -aprueba la devota catequista-. Y ¿sabes a dónde van las niñas malas?”. “Según entiendo -contesta Rosilita-, ésas van a Las Vegas, a Cancún, a Vallarta, a todas partes”... Un borrachito le cuenta muy divertido a otro: "Acabo de hacer tonto a un policía. Estaba yo en la plaza desaguando una necesidad menor cuando llegó y me dijo: ‘Oiga, cúbrase y deje de hacer eso’. Y yo me cubrí, ¡pero no dejé de hacer eso!”... "Capronio -le dice tímidamente la señora al tipo-. Ya tenemos 20 años viviendo juntos, y somos padres de ocho hijos. ¿No crees que deberíamos casarnos?”. "Ay, Simplicia -responde el tipo con un hondo suspiro-. Pero a nuestros años y con tanto hijo, ¿quién va a querer casarse con nosotros?”... "Perdone, señor -pregunta una viejecita en el café-, ¿tiene té helado?”. "Sí hay” -responde el mesero. Suplica la anciana: "¿No sería tan amable de calentarme una tacita?”... El niñito le dice a su papá: "Tatá: ¿tolté hablo atí?”. "No sé por qué hablas así -responde el señor-. Pregúntale a tu mamá”. Va el niño con su mamá: "-Tatá: ¿tolté hablo atí?”. "-No sé” -contesta la señora. En eso alguien llama a la puerta. "Teñol -le pregunta el niñito al que llegó-, ¿tolté hablo atí?”. "No té” -responde el lechero... FIN.