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De política y cosas peores

Armando camorra

Facilda Lasestas, mujer casada, comentaba acerca de sus relaciones con su marido. “Tenemos incompatibilidad de caracteres -decía-. A él le gusta la alta fidelidad, y a mí la alta frecuencia”... En el congreso científico anuncia Babalucas: “Acabo de hacer un descubrimiento: el cactus es anticonceptivo”. Pregunta uno de los delegados: “¿Su jugo? ¿Su raíz?”. “Todo -precisa Babalucas-. Para que no haya concepción basta poner en la cama, entre el hombre y la mujer, un cactus grande”. Un individuo apellidado Pitorreal fue llevado ante el juez. Se le acusaba de tener diez esposas en otras tantas casas repartidas por diversas colonias de la ciudad. “-¡Qué barbaridad! -se indigna el juzgador-. ¿Cómo puede usted hacer eso?”. Explica con toda calma Pitorreal: “Es que tengo bicicleta”... Le pregunta la romántica adolescente a su papá: “¿Fue la voz de tu corazón la que te dijo que debías casarte con mi mami?”. “No

-responde el señor-. Fue la voz de la laboratorista que nos dijo que su prueba de embarazo había resultado positiva”... En la merienda semanal las señoras del barrio hablaban acerca de sus respectivos maridos. “El mío -dice una de ellas-, es ratero”. “-¿Cómo que ratero?” -se alarman las demás-. “-Sí -responde la señora-. Viene a la casa nada más a ratos”... Pebeto, niño argentino, nacido en Buenos Aires, le dice a su papá: “Cuando crezca quiero ser como vos”. “¿De veras, che hijo? -pregunta con gran orgullo el papá-. ¿Por qué?”. Responde el porteñito: “Para tener un hijo como yo”... Bustolina Granderriére, vedette de moda, era entrevistada por un reportero de la prensa. “El arte no deja -declara Bustolina-. Yo vivo de lo que tengo depositado en el banco”. Y así diciendo se levantó del banco donde estaba sentada y se alejó con mucha dignidad... En los tiempos del PRI el Congreso era sumiso. Diputados y senadores obedecían con servilismo la voluntad presidencial. Si el mandatario, cualquiera, hubiese enviado una iniciativa declarando que la Tierra era plana, aquellos obsecuentes legisladores le habrían dado el visto bueno y promulgado su dicho como ley. Ahora vivimos en el extremo opuesto. Los parlamentarios de oposición suponen que su labor es darle la contra en todo al presidente. Con eso, creen, sientan plaza de legisladores independientes. No lo son, desde luego. Siguen atentos a la voz de su amo. Ayer su pastor era el presidente; ahora el líder del partido es su rabadán. Esa viciosa situación perdurará mientras no haya reelección de diputados y senadores. Quienes van al Congreso deben ir en representación de sus electores, no de un partido y de su líder. Mucho trecho tenemos todavía por andar en el camino de la democracia... Cuando el señor llegó a su casa encontró a su esposa muy angustiada. “¡Capronio! -le dice la señora-. ¡Una araña picó a mi mamá?”. “¿Una araña? -pregunta el individuo-. ¿Cómo es posible? ¡Yo le puse cuatro en la almohada!”... La esposa del pastor protestante le contó: “Me probé un vestido, y el diablo me inspiró el deseo de comprarlo”. Pregunta el pastor, severo: “¿Y le dijiste al demonio: ‘¡Vade retro!’?”. “Se lo dije -replica la señora-. Y me contestó: ‘Por atrás también se te ve muy bien’. De modo que me compré el vestido”... Wildano, joven gay, vio pasar a un hombre uniformado. Era un apuesto y erguido general. “¡Adiós, mi rey!” -le dice. El general se vuelve con enojo. “¿Cómo mi rey, imbécil! -le reclama airadamente-. ¿No ves estas estrellas?”. “¡Ay, perdón! -se disculpa Wildano-. Entonces ¡adiós, mi cielo!”... El tímido hombrecito le pidió al rudo y hosco tendero: “Me da una barra de pan. Y si tiene huevos, una docena”. El pobre hombre salió de la tienda con 13 barras de pan... (No le entendí)... FIN.

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