Babalucas trabajaba en una fábrica. Su trabajo consistía en operar una máquina con la que se hizo una gran cortada en una mano, que lo inhabilitó por varios días. "-Menos mal que no te inutilizaste la mano derecha” -lo consuela un compañero-. "-La derecha es la que me iba a cortar -responde Babalucas-. Pero por fortuna me di cuenta a tiempo, y alcancé a retirarla y meter la izquierda”... El muchacho que va en su automóvil llevando al lado a una atractiva chica llega a la gasolinera y dice en voz muy baja al encargado de la bomba: "-Vacía el tanque, por favor”... La cruvilínea, exuberante y guapetona esposa del tipo que había sido condenado a 30 años de cárcel lo visita y le dice: "-Fíjate, Hugolino, que hoy que llegué a verte el director de la prisión me llevó a su oficina y me dijo que si le daba un beso te reduciría un mes de cárcel”. "-¿Y tú qué hiciste?” -pregunta el otro preocupado-. "-¡Prepara tus cosas! -responde ella alegremente-. ¡Hoy sales libre!”... Un galanteador individuo ve a una chica guapísima vestida con el albo uniforme de la enfermera. "-Quisiera tener un accidente, chula -le dice el tipo-, para ser atendido por usted”. "-Tendría que ser un accidente muy raro -le responde la muchacha-. Soy partera”... Aquél indio visitó una farmacia. "-Gran jefe, no popó” -dice el indio-. El boticario le prepara una purga. Al día siguiente regresa el indio: "-Gran jefe, no popó” -vuelve a decir-. El boticario prepara un purgante mucho más fuerte. Regresa el indio al otro día. "-Gran jefe, no popó -repite, pero ahora con tono de gran preocupación-. El boticario entonces hace una purga potentísima, haga usted de cuenta no ya para caballo, sino para elefante. Al día siguiente regresa el indio y dice: "-Gran popó, no jefe”... El joven fue a pedir la mano de su novia. "-¿De modo, jovencito -dice con amenazante voz la mamá de la muchacha-, que desea usted convertirse en mi yerno?”. "-La verdad, no señora -dice el muchacho-. Pero si me caso con su hija no veo la manera de evitarlo”... Entró en la cantina un hombrecito pequeñuelo y sentóse en la barra. Puso las manos juntas sobre la cubierta y en voz casi inaudible pidió un tequila doble. No lo tocó siquiera. Empezó a llorar con silencioso llanto. Los taberneros son compasivos: tal es una de las mejores prendas de su oficio. "-¿Qué le pasa, señor?” -preguntó éste a su cliente con amistoso acento-. Sin hablar, sin dejar de llorar, el pequeño señor respondió con un movimiento de cabeza como diciendo: "-Lo que me pasa no es para contarse”. Inquiere el cantinero, condolido: "-¿Se le murió alguien de la familia?”. Hace otro movimiento de cabeza el señorcito, movimiento que interpretó el de la cantina como si el parroquiano le hubiera contestado: "-Me sucede algo peor”. "-¿Lo dejó su señora?”. Nuevo movimiento de cabeza del hombrecito cuyo significado era: "-Me pasa algo más malo todavía”. "-¿Perdió el trabajo?” -pregunta el cantinero-. Y el movimiento desdeñoso de cabeza. Quería decir el señor: "-Mi desgracia es mayor”. "-¡Ah, ya sé! -exclama el de la taberna-. ¡Perdió usted en el juego!”. El señorcito prorrumpe en sollozos y dice que sí con la cabeza. "-Mal asunto -se duele el cantinero-. Y ¿cuánto perdió? ¿diez mil pesos?”. El hombrecito mueve la cabeza para significar: "-Eso no es nada”. "-¿Cincuenta mil?”. "-Nada es eso” -señala el señor con otro movimiento de cabeza”. "-No me diga que perdió cien mil pesos” -arriesga el cantinero-. Otro estallido en sollozos del señorcito y nuevo movimiento de cabeza para decir que sí. "-¡Qué barbaridad! -se consterna el tabernero-. ¡Si yo hubiera perdido cien mil pesos en el juego mi mujer me habría cortado los destos!”. El hombrecito separa las manos, que había mantenido juntas a lo largo de todo el diálogo, y con el índice de la derecha señala lo que había estado cubriendo. Fue entonces cuando el de la cantina conoció la causa de la grandísima aflicción y el llanto del pobre señorcito... No le entendí. FIN